Una visita a la familia [que se apunte quien quiera].

En la zona boscosa del Rukongai, al este del Seretei, Madoka caminaba tranquilamente, tras terminar su jornada laboral, con un par de coronas de flores entretejidas por ella misma. Le gustaba hacerlo ella, aunque podría comprarlas en alguna florería donde sin duda había coronas más ostentosas y profesionales, pero esto era algo para la familia y para nadie más. Incluso su padre no insistía en acompañarla, había comprendido que éste era un momento que ella necesitaba para sí misma y de hecho incluso alentaba que no se olvidara de quienes fueron su familia antes de conocerle a él.

Pronto, en una zona de terreno algo más elevada, encontró dos pequeños túmulos de piedras, con una cruz de madera basta como cabecera. "Papá, mamá..." pensó al avistarlas y sonrió con nostalgia. Apenas recordaba gran cosa sobre ellos ya, ni siquiera cuáles habían sido sus nombres. Eran tan pequeña cuando todo pasó. Pero sí había hecho un esfuerzo por retener sus caras, por no olvidarles nunca y no olvidar nunca de dónde había venido.

- Hola, papá, mamá. Os he traído flores - dijo a las tumbas mientras colocaba una corona en cada una. Sí, quizá no fueran hechas por un profesional, pero a ella le sastisfacía el resultado -. Me estoy adaptando poco a poco a mis labores como teniente en el escuadrón. Está resultando duro pero papá Daisuke dice que en seguida le cogeré el tranquillo. Pero no sé yo si fiarme, que él únicamente hace las tareas que le gustan y el resto escurre el bulto a sus oficiales...

Se rió pensando en aquello, su padre era un caradura y bien que lo sabía. Pero era el caradura más adorable del mundo y quien se había ocupado de que ella tuviera aquel lugar en el que poder hablar con sus anteriores padres.

- Mis compañeros son muy agradables y me están ayudando mucho, estoy pensando en hacerles unas pastas o una bandeja de galletas para agradecérselo, aún no me he decidido - dijo pensativa -. Bueno, espero que les guste igualmente. ¿Y vosotros qué tal estáis? Espero que os vaya bien, estéis donde estéis. Yo sigo trabajando duro y espero llegar a ser una buena oficial algún día. ¡Haré que estéis orgullosos de mí, y papá Daisuke también!

Sonrió ampliamente al decir aquello y luego rezó una oración por sus padres, mientras escuchaba el rumor del viento. Le gustaba creer que, en aquellos susurros del aire, sus padres le contestaban de alguna manera y decían que por allí todo iba bien y le daban ánimos para seguir adelante. Sabía que podía resultar infantil, pero era algo de ella y para ella, y lo que pensaran llos demás le daba igual.

Las luces bajaban y pronto las estrellas y una hermosa luna hacían su aparición. Se sentó un momento. "Debería irme ya... se hace tarde" pensó, pero decidió quedarse un ratito, sólo hasta que anocheciera del todo y ya se iría a su casa. "Es que es tan bonito..." pensó observando feliz aquella maravillosa puesta de sol.

Nariel volvía de haber estado con los niños un dia más, aprovechando también para observar cómo iban las primeras infraestructuras en los distritos más bajos del Rukongai. Sabía que irían lentas pero que eso ayudaría a ir reduciendo la delincuencia debido a la continua presencia de los shinigamis.

Iba con el traje perfectamente colocado a falta de la bata, que colgaba de su brazo. debido al buen tiempo llevaba el haori de hombreras que, aparte de permitir un mejor movimiento, mantenía los brazos al aire y ventilaba ligeramente por dentro. En sus rojizos labios permanecía dibujada una dulce sonrisa, esa que siempre le salía después de haber pasado un tiempo junto a sus niños.

De repente escuchó una voz a lo lejos, una voz conocida, y enarcó ambas cejas. Con tranquilidad viró el rumbo de sus pasos hacia el lugar de donde provenía. la voz cada vez se iba haciendo más y más clara hasta el punto de poder reconocer no solo que se trataba de una oración, sino de que se trataba de la pequeña Madoka. La conocía desde hacía tiempo, al igual que a su padre, y había despertado en ella un instinto maternal de protección.

-¿Madoka-chan?- preguntó una vez se acercó lo suficiente y hubo dejado de escuchar su voz. la tarde estaba cayendo, una puesta de sol preciosa se apreciaba en el horizonte... Sin duda era un precioso lugar para encontrarse y hablar tranquilamente un rato.

Estaba absorta en mis pensamientos cuando de pronto oí una voz conocida a mis espaldas. "Demonios, no he sentido su presencia, no puedo ser tan descuidada" pensé mientras me volvía, si hubiera sido alguien hostil me habría cogido desprevenida. Pero ni mucho menos, era Nariel una de mis mejores amigas en el seretei.

- ¡Holaaa! Se me hace raro verte por aquí, esto está bastante apartado - saludé sonriente -. ¿Qué tal todo? Hace tiempo que no voy de visita, aún me estoy habituando a los deberes de teniente y me cuesta sacar tiempo libre. Espero que no estés molesta Nariel-chan.

Hacía tiempo que no iba a verla, ni a Zen tampoco. Aunque tenía deberes, no podía descuidar a los amigos, tendría que pasarme de visita más tarde o más temprano.

La pelirroja sonrió con ternura, como siempre, deteniéndose delante de ella. Cierto era que normalmente nunca daba rodeos al volver del Rukongai, que siempre iba directa al Seretei, pero ese día necesitaba caminar sin rumbo.

-Pues lo cierto es que todo va bien; hoy me despisté un poco regresando de ver a los niños, simplemente, y escuchar tu voz de lejos me hizo acercarme- asintió suavemente, sin perder la sonrisa de sus labios, entrecerrando sus claros ojillos al hacerlo. Se acercó a ella un poco más y la arreó un suave capón, arrugando la naricilla -¿De veras me conoces? Porque sabes que yo nunca me sentiría molesta por algo así.

Tranquilamente tomó asiento en la hierba, cruzando las piernas con tranquilidad y alzando la vista al cielo, como buscando allí la respuesta a una pregunta aún no formulada nunca en voz alta.

-¿Qué haces tan lejos del Seretei, por cierto? ¿Viniste a visitar a alguien?

Sonreí con cara de circunstancias, efectivamente Nariel no se molestaría por una cosa así, como mucho preocuparse pero entonces hubiera sido la primera en ir a ver si me encontraba bien. Por su parte, ella venía de jugar con sus niños. Alguna vez tenía que ir con ella, pero nunca encontraba el hueco. "La próxima vez... la próxima vez tengo que ir" me prometí. Mientras tanto ella se sentaba junto a mí y me preguntaba lo mismo, ya que ciertamente nunca nos habíamos encontrado por aquellos lares.

- Pues sí, estaba de visita - y señalé hacia la elevación donde las cruces de los túmulos se veían a contraluz con el espectacular cielo de aquella tarde -. Son mis padres... osea mis primeros padres, los que tenía antes de conocer a papá Daisuke. Procuro venir a visitarles al menos una vez a la semana...

Comenzó a soplar una brisa fresca, muy agradable. Cerré los ojos un momento para disfrutar de ella y volví a ver a mi amiga.

- ¿No os había hablado a Zen y a ti de este lugar? - comenté tratando de hacer memoria -. Creía que lo habría mencionado alguna vez...

Madoka estuvi explicándole tranquilamente qué hacía allí y asintió a cada palabra. Cierto era que le había ahblado de aquel lugar, pero no conocía la ubicación exacta.

-¡Ah! Así que era aquí. con una sonrisilla se levantó y se acercó al lugar donde estaban los dos túmulos de piedra, juntó las manos y rezó en silencio una oración por ellos.

Cuando hubo terminado, regresó tranquilamente al lugar donde estaba la muchacha, volviendo a tomar asiento con un suspiro. La tarde iba cayendo y el fresco de aquellas horas era realmente agradable.

- Es un lugar muy tranquilo, lo cierto es que me gusta bastante. Yo suelo ir con los niños a una laguna que hay cerca del distrito... Creo que es el lugar más bonito que hay en esa zona- la sonrisa no desapareció de sus labios, al revés, se hizo mucho más amplia. pese a als dificultades y los horrores que había vivido allí, nunca había dejado de sonreir y nunca lo haría: Para sus amigos y sus pequeños siempre tendría una de sus mejores sonrisas.

Dejé que Nariel rezara su oración tranquilamente, estaba segura de que a mis padres les hubiera encantado conocerla, ojalá pudieran oír sus palabras. Esperé pacientemente mientras la noche comenzaba a caer lenta, pero inexorablemente sobre el lugar, pasando el tono rojizo del cielo a verdes turquesas y azules profundos mientras las primeras estrellas ya ganaban en fuerza y daban paso a constelaciones menores. Pronto volvimos a la agradable charla.

- Sí que es tranquilo sí. Papá Daisuke lo eligió por esta razón, sabía que aquí no los molestarían. Fue él el que se ocupó de enterrarles aquí y hacer los túmulos, yo aún era muy pequeña pero lo recuerdo... - dije -. Tengo que conocer un día de éstos ese lugar tuyo, cuando me haga a las labores de teniente y saque algo más de tiempo. Aún me estoy adaptando...

También le debía una visita a Zen, pero pasito a pasito, tampoco era plan de agobiarme por eso.

-Sí, lo primero es que te acostumbres a tu nuevo puesto y te hagas un poco con el control de todo en general- confirmó la muchacha, sin perder la sonrisa -El lago dudo que vaya a irse a ningún sitio- añadió con una tranquila risita.

Se dejó caer hacia atrás y observó el cielo un instante en silencio. Las primeras estrellas tintineaban débilmente en el cielo, haciéndose poco a poco más luminosas a medida que entraba la oscura noche.

-Lo cierto es que debería pasarme yo también a ver a Zen... hace días que no voy y le tengo un poquito abandonado, cosa que me da bastante lástima, la verdad...

Nariel comprendía perfectamente que estuviera hasta arriba, seguro que a ella le había pasado lo mismo cuando llegó a teniente y posteriormente a capitana. De todas maneras, daría lo mejor de mí para hacerme con mis tareas pronto y volver a ver a mis amigos con la frecuencia de antes. Que no se puede sólo vivir para el trabajo.

- Tengo una idea, nos llevamos a Zen al lago y así matamos dos pájaros de un tiro - dije con una risita -. Desde que soy teniente hago mucho por gestionar mejor el tiempo y agrupar cosas, creo que empieza a afectarme demasiado.

Ya me consideraba una persona organizada antes, pero la verdad es que el cargo de teniente me estaba poniendo a prueba y estaba aprendiendo un montón.

-Es buena idea... Seguro que a los niños les encanta que lleve gente a jugar con ellos- sonrió, cerrando tranquilamente los ojos, dejando que el ciento roce su cara y la refresque -Mañana posiblemente me acerque a verle y hable con él, a ver si le apetece.

Se estiró ligeramente, crujiendo su espalda al hacerlo, con una leve sonrisilla. Estaba cansada y seguramente en cuanto llegara a su habitación caería rendida sobre la cama.

-En cuanto al trabajo, ya te lo he dicho, todo es acostumbrarse a él.

-Es buena idea... Seguro que a los niños les encanta que lleve gente a jugar con ellos - dijo Nariel al mencionar a Zen -. Mañana posiblemente me acerque a verle y hable con él, a ver si le apetece.

La miré mientras veía como se estiraba, yo también había empezado a notar las tensiones del trabajo en la espalda, pero no podía quejarme: papá siempre tenía un hueco para descargarme los músculos y quitar cualquier contractura que surgiera de los entrenamientos. Al fin y al cabo, entre su fuerza y mi tamaño, era pan comido para él. Asentí a lo que dijo Nariel del trabajo, era algo que tenía asumido y aprendería a sobrellevarlo más tarde o más temprano.

- Pues ¿sabes qué? Cuando quedéis Zen y tú, avisadme y ese día voy con vosotros sí o sí, no dejaré que el trabajo me lo impida - dije sonriente -. Por cierto, Nariel-chan, si te duele la espalda deberías ir a ver a mi padre. En 5 minutos te dejaría como nueva, te lo aseguro...

-Perfecto, el próximo día que vaya os avisaré a los dos, de ese modo podemos ir al Rukongai tranquilamente y conocéis a los pequeños ¿Os parece bien?- sonrió alegremente, entrecerrando sus claros ojillos.

Enseguida Madoka le habló acerca de los masajes de su padre. Cierto era que el onsen siempre conseguía relajarla mucho, pero un masaje bien dado tampoco estaba de más y con daisuke tenía bastante confianza como para poder pedirle algo así.

-Pues no me vendría mal. Quizá mañana me pase a verle cuando acabe el trabajo y le pida que me de uno, porque llevo unos días que ni el onsen consigue quitarme la tensión de la espalda... Con las pesadillas ni siquiera descanso de noche.

Nariel enseguida se interesó por lo que le había dicho de los masajes, al parecer acumulaba muchas tensiones y no sólo del trabajo.

- Pues ya le avisaré de que vas, estará encantado de echarte una mano - le dije asintiendo -. Lo único que no es un simple masaje como los que se da habitualmente para relajar. Primero te busca cualquier contractura que se te haya formado por la tensión acumulada, te la deshace y luego relaja la zona - expliqué -. La primera parte es bastante dolorosa, sobre todo si la contractura es grande, pero luego después de terminar te quedas totalmente aliviada. A mí me ha estado enseñando un poco, pero no tengo tanta facilidad porque él tira mucho de su propia fuerza y yo no puedo deshacer contracturas así. Pero si aprendo bien, igual sugiero al cuarto escuadrón una colaboración para crear un gabinete de fisioterapia en condiciones, a la gente le vendría bien. Mi padre lo ha pensado también, pero es que eso de colaborar con el cuarto escuadrón... bueno los del once no lo ven con buenos ojos.

Solté una risita, en verdad era una tontería aquella histórica rencilla, pero con lo cabezón que era mi padre, cualquiera le decía nada al respecto...

-La verdad es que el 11 siempre ha visto a los del 4 como si fueran unos debiluchos, pero sin ellos posblemente no podrían seguir adelante con tantas peleas- rió la muchacha mientras cerraba de nuevo los ojos, con tranquilidad... eso mismo se lo había dicho a Ryo multitud de veces y al final había conseguido metérselo en la cabeza.

Tras unos instantes se levantó del suelo y se estiró de nuevo, crujiéndose la espalda por completo con una sonrisa. Empezaba a ser tarde y quería darse su baño nocturno sola o con Göbatsu, que siempre que quería molestar la acompañaba en el onsen.

-Creo que deberíamos ir volviendo, que ha anochecido y mañana nos espera a las dos un largo día de trabajo

Asentí a las palabras de Nariel.

- Mi padre también lo sabe, el problema es el resto del escuadrón. La primera vez que hablamos de ésto dijo textualmente "esos cernícalos van a montar un buen pollo si desde el 11 parte una propuesta para con el 4to escuadrón" - comenté -. Supongo que él también tiene que velar por el orden entre sus filas y no puede hacer estas cosas a la ligera. Pero si la sugerencia es mía, que soy del 3er escuadrón, entonces no pasaría nada... Hasta podría "exigir" en cierto modo la colaboración de papá con el pretexto de que siempre me ocupo yo del ágape de sus fiestas...

Según lo pensaba, podría salir bien. Cuando fuera de visita al 4to escuadrón dentro de mi tour de presentaciones oficiales, se lo propondría a su capitanía. Al poco Nariel se levantó del suelo, se la veía cansada y no era para menos, ya era de noche cerrada.

- Sí, tienes razón. Es tarde - dije asintiendo -. Me ha encantado charlar contigo, Nariel-san. Tengo que visitarte más a menudo.

Y, sonriendo, emprendí con ella el camino de vuelta.

[FDI] Por mí, esto está más que finiquitado, si quieres añadir una última cosa para terminar de rematarlo, perfect. [/FDI]