• La Primera Noche •

Comienza la noche, y empieza a sonar la música. Una cantante, con un vestido tan corto y escandaloso como deslumbrante y hermoso sale al escenario, acercándose al micrófono, moviendo las caderas de lado a lado junto a las bailarinas de los diversos escenarios, antes de comenzar a cantar. Su voz acaricia el local, parece flotar entre las tenues luces y llega a cada rincón.

Es una noche tranquila, la mayoría de mesas están vacías, y en la barra, distraído, el camarero -con un traje de chaleco y corbata, peinado elegantemente hacia detrás- limpia el brillante mármol sobre el cual se apoyan unas cuantas almas solitarias.

Las camareras, tan escuetas en su vestir -quizás incluso más- que la cantante, llevan copas de aquí para allá, mientras un suave olor que podría ser de inciensos inunda con suavidad el ambiente y tienta a cualquiera presente a relajarse y dejarse envolver por el relax.

Mientras tanto, en un rincón, abrazado por una zona donde las leves y coloridas luces del local no llegaban a iluminarle plenamente, el dueño del local, está sentado en el centro de un sofá semicircular, en solitario, con las piernas cruzadas y removiendo en su mano un vaso, mientras sus intensos ojos se mantienen fijos en la cantante.

Se aburría terriblemente sin tener nadie a quien torturar o con quien satisfacer sus deseos. Daba gracias de poder ir al bar que su señor había abierto, de incógnito, en el Mundo Humano. Se había conseguido hacer con un gigai idéntico a su escultural cuerpo y la ropa de aquel lugar la había cautivado, sobretodo algunas escuetas prendas que la hacían, a sus ojos, aún más irresistible.

Abrió con tranquilidad la puerta del local, accediendo a su interior. Llevaba el pelo suelto y rizado, lo que le daba mayor volumen, sosteniendo con una mano un palito que mantenía una preciosa máscara veneciana, ocultando así su rostro, dejando a la vista tan solo sus brillantes ojos ambarinos. Como atuendo, poco usual para un lugar como aquel pero con una marca propia demasiado evidente, un cortísimo vestido de cuero que a penas la tapaba hasta la mitad de los muslos, con un escote que más de uno se quedaría mirando. Cubriendo el resto de sus piernas llevaba unas altas botas, hasta por encima de la rodilla, dejando aún parte de su aterciopelada piel al aire. un portento de mujer, de aspecto peligrosamente sensual ¿Quien podría ser sino Shesla?

Sus pasos se encaminaron directamente hacia el lugar donde se encontraba el apuesto dueño del bar. Saludó al músico con un movimiento de cabeza, muy sutil, antes de colocarse delante de su señor.

-Mi señor Le Masque ¿me permite sentarme a su lado?- en sus rojos labios se dibujó una traviesa y amplísima sonrisa, deliciosa como pocas y mortífera como ninguna.

Máscara de Shesla:

Alzó la mirada, apartándola de la cantante tras unos segundos más, clavandolos en los ojos de Shesla tras la mascara. Esbozó una leve sonrisa de medio lado antes de hacer un gesto con su mano libre hacia su lado, para indicarle que tenia libertad para tomar asiento a su lado, sin hablar.

Sus intensos ojos recorrieron su cuerpo de arriba a abajo sin ningún disimulo, antes de volver a desviar la mirada, mojar sus labios en su bebida y disfrutar de la música.

Sonrió ante el gesto de su jefe y se sentó tranquilamente a su lado, dejando un mínimo espacio entre ambos cuerpos. Se acomodó, tranquilamente, llevando la mirada hacia el escenario. La verdad es que, pese a que al principio la idea del club le pareció demasiado absurda e incluso peligrosa, ahora que lo había visto se había enamorado del lugar. Era una remanso de paz ambientado en un ambiente moderno y sensual, que invitaba a bailar, a beber y a dejarse envolver por todo.

Miró de reojo a su jefe, con una sonrisa, antes de cruzar sus largas piernas, de modo que dejaba a la vista una preciosa liga negra que adornaba su muslo, un toque muy sensual en un aspecto tan provocativo.

-Espero que este lugar sea un éxito... me gusta el ambiente- alzó la mano libre para llamar a uno de los muchachos y pedir una copa de vino... Tenía sed y quería probar esa famosa bebida del mundo humano que tan exitosa parecía ser.