Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ...:::Confirmación:::...Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ (Urahara Zen)

Se había pasado el día en los últimos distritos trabajando con sus hombres y visitando a los niños, los cuales incluso querían ayudar en las labores del octavo Escuadrón pensando que era una especie de juego. Estaba completamente agotada y cubierta de tierra, con las mejillas incluso tiznadas de la ceniza de los últimos edificios incendiados debido al alto grado de violencia de la zona.

Nada más entrar en su pequeño apartamento en lo alto del Escuadrón, se dirigió hacia el cuarto de baño para prepararlo todo: llenó la oscura bañera de agua tras echar el jabón pertinente, de modo que las burbujas comenzaban a cubrir toda la superficie; encendió unas cuantas velas alrededor y puso algo de música ambiental, música clásica oriental, muy relajante. Se despojó de todas sus ropas, dejándolas a un lado para echarlas luego al cesto de la ropa sucia. Al vapor del agua caliente había comenzado a empañar los espejos del cuarto de baño y todos los objetos metálicos que había; incluso ella había comenzado a notar el húmedo calor en el ambiente. Cerró el grifo y se introdujo en el agua con un largo suspiro de relajación; habría bajado al onsen, pero para limpiarse era mejor la bañera.


Se quedó unos instantes quieta, con los ojos cerrados, dejando que el agua empapara su piel y ablandara la suciedad que cubría parte de su cuerpo. Pese a estar normalmente tranquila, en esos momentos de soledad acudía a su mente esa sensación turbadora de que había olvidado algo importante y, lo peor, que tenía que ver con aquellas horribles pesadillas que la atormentaban cada noche. Solía despertarse con un grito y empapada en sudores fríos; había noches en las que incluso se despertaba con lágrimas en los ojos y gritando el nombre de alguien que ni siquiera creía conocer.

Movió la cabeza para alejar aquellos pensamientos, aquellos recuerdos olvidados, y se centró en mojar bien la esponja para pasarla por su cuerpo. Fue retirando poco a poco los restos de tierra, dejando nuevamente a la vista su tostada piel de terciopelo, brillante. Lavó su rostro con cuidado y la parte alta de sus voluptuosos senos, que también se habían manchado debido a su costumbre de llevar escote para evitar el agobio y el calor. Una vez hecho quitó el tapón de la bañera y dejó que el agua sucia y la espuma saliera por el desagüe mientras se levantaba para coger la ducha y poder lavar su cabello. A su mente acudió entonces lo que había estado escuchando los últimos días y que aún tenía por confirmar. Al parecer los ataques de Hollows de gran nivel habían vuelto a perturbar la paz del mundo humano y la noticia hacía pensar que había algo más detrás de aquello ¿Podrían estar volviendo a reagruparse en Hueco mundo las fuerzas más poderosas? No había confirmado aun esos ataques, pero tenía pensado visitar al día siguiente a Zen para ver si eran simples rumores o había algo de lo que empezar a preocuparse.


Cuando hubo terminado del todo cerró los gritos y salió hacia la alfombrilla que había dejado en el suelo para evitar resbalarse y tener un tonto accidente. Cogió la toalla grande y la anudó alrededor de su cuerpo, subriendolo desde los senos hasya la mitad de los muslos, antes de coger otra para quitar la mayor cantidad de humedad de su cabello. Una vez lo hizo se dedicó a cepillar con paciencia su cabello, mirando el espejo, de pie y sola en aquel cálido cuarto de baño. Se sentía bien así, su cuerpo se habia relajado y la toalla del cuerpo no le daba excesivo calor. En cuanto su cabello estuviera completamente desenrredado tenía pensado hacerse una cena ligera e irse a dormir pese a no ser tarde. Tampoco tenía mucho que hacer a esas horas.

Habia pasado gran parte de la tarde entrenando a sus muchachos, en unas lecciones intensivas de combate sin cuartel con y sin armas. El agotamiento mermaba las capacidades de los shinigamis, pero el pelear en condiciones extremas hacía que el umbral de cansancio se desplazase y permitiese a sus hombres seguir con el trabajo duro y luchar, cada vez, por un tiempo mas prolongado. El no era menos, pese a su longeva vida y sus largos siglos de experiencia siempre encontraba algo nuevo en cada entrenamiento, la manera de preveer un movimiento, encontrar aperturas, explotar las debilidades... Todo aquello, sin duda, era una fuente de sabiduría en el campo que le interesaba: el combate.

Tras el entrenamiento, caminó hacia su despacho, entrando despues en su habitacion privada y posteriormente al baño. Una ducha rapida para quitar el sudor que se habia depositado en su piel y aclarar los arañazos y contusiones que se hubiesen contraido durante el interminable entrenamiento. Una vez salió, se pasó la toalla por la cabeza, revolviendose el pelo para secarlo lo suficiente como para que no chorrease, y una vez echo eso se ocupo del resto de su cuerpo, cubriendolo con un recambio de su uniforme preferido.

La tarde desde entonces se hizo larga y aburrida, sin embargo, el paso de Nariel por delante de su escuadron de vuelta a sus quehaceres en el octavo. Al verla se acordo de sus pequeños suministros, asi que se preparó tranquilamente, dejandola tiempo por si quería relajarse un rato, pero no tanto como para que se hiciese demasiado tarde, juntando una bolsa de regalices a un enorme cuenco de fruta para su compañera, pues como casi todo el mundo, sabia que ese era su pequeño vicio.

Ya siendo mas tarde decidió ponerse en marcha, colocandose su sombrero encima de su ya practicamente secos cabellos azabaches y echandose la pequeña caja al hombro, caminando por entre las calles que conformaban la union de los escuadrones, hasta dar con el octavo escuadron, donde entró tranquilamente, saludando a todos amablemente y con una de sus bonachonas e inborrables sonrisas en el rostro hasta dar con la puerta de los aposentos privados de la capitana del lugar, donde llamó firmemente con los nudillos un par de veces a la par que alzaba la voz.

- ¡Nariel-cha~~n! ¡Traigo un pequeño pedido~~!

El sonido de la puerta hizo que se perdiera el hilo de sus pensamientos mientras se cepillaba aún la larga melena "¿Quién será a estas horas?". No le dio casi tiempo a formular en su cabeza aquella pregunta, pues la voz que acompañó el sonido enseguida hizo que una sonrisa amplísima se dibujara en sus carnosos labios.

-¡Nariel-cha~~n! ¡Traigo un pequeño pedido~~!- era Zen y no podría tener ese día mejor compañía.

-¡¡Haaaaai!! ¡¡Un segundo!!- gritó desde el baño mientras terminaba de desenrredarse rápidamente las puntita de su larguísima melena. Aún estaba empapada, pero las gotas que caían eran inmedatamente absorbidas por la toalla.

Ni se molestó en quitarse la toalla y ponerse algo más. A parte de que su vergüenza por que la vieran sin ropa se había quedado en el distrito 78 cuando lo único que podía hacer era luchar por su vida y por la de los pequeños, tenía la suficiente confianza con Zen como para que a él aquello le pudiera parecer una falta de respeto o de decoro. Corrió hacia la puerta tras asegurarse de que estaba bien anudada y la abrió rápidamente del todo, colocándose ella al lado de la misma.

-¡Bienvenido! No sabía que ibas a venir a verme- le hizo un ademán con la mano para que pasara al interior, sin borrar la sonrisa en ningún momento -Ya sabes, tú como en tu casa- en esos momentos sus violáceos ojos se posaron en aquello que portaba y dio un pequeño saltito, como una adolescente emocionada haría al ver que le llevan como regalo sus zapatos favoritos -¡Me has traído fruta! Si es que eres el mejor de todos.

- ¡¡Haaaaai!! ¡¡Un segundo!! - la voz de su compañera no se hizo de rogar, sonando algo lejana, algo mas de lo qeu seria estar justo tras la puerta.

- ¡Sin prisas! - rió suavemente, esperando pacientemente que la capitana abriese la puerta, cosa que le sorprendió cuando lo hizo, pues la abrió con tan solo una toalla cubriendo sus sinuosas curvas y su tostada piel, elevando el sonrojo de las mejillas del moreno.

- ¡Bienvenido! No sabía que ibas a venir a verme - hizo un ademán invitándole a pasar al interior, con una gran sonrisa en sus labios - Ya sabes, tú como en tu casa.

- Gracias... co-con permiso pues - sonrió timidamente, debido a los calores qeu se le subian a la cabeza, acumulandose en el rojo de sus mejillas, algo disimuladas aún por la sombra de su rayado sombrero.

- ¡Me has traído fruta! Si es que eres el mejor de todos - dijo visiblemente emocionada ante el presente, el cual alzó levemente para que lo viese correctamente.

- N-no será para tanto, mujer. Solo es un pequeño regalo, que no me cuesta nada - rió suavemente, algo nervioso aun por las escuetas "vestiduras" de la capitana - Y... ¿d-donde te dejo esto? - murmuró desviando la mirada por todo el cuarto, esperando instrucciones para depositar el paquete.

No pudo evitar soltar una pequeña risita al verle enrojecer y tartamudear ligeramente. Siempre se le olvidaba que Zen era tan tímido, pero erle de esa guisa hacía que le pareciera de lo más inocente y dulce. Pasó al interior, mostrandole la cesta de frutas mientras ella cerraba tranquilamente la puerta.

-N-no será para tanto, mujer. Solo es un pequeño regalo, que no me cuesta nada - dijo el muchacho algo nervioso. Nariel se aseguró mientras de que la puerta estaba bien cerrada y pasó con él hasta colocarse a su lado, sin perder la sonrisa.

-Bueno, dicen que es de bien nacido nacer agradecido ¿no es así?- le observó y vio que el capitán paseaba la vista por el salón, buscando un sitio donde dejar el regalo. No tardó mucho en formular la pregunta que se formaba en su mente.

-Y... ¿d-donde te dejo esto?

-Déjalo ahí encima de mesa y ponte cómodo- dijo con una sonrisa, reclinandose un poco hacia delante, hacia él -Yo, si no te importa, voy a ponerme algo de ropa para estar pr casa, prometo no tardar nada.

Mientras dejaba que se acomodara, la pelirroja caminó hacia su cuarto, donde se despojó de la toalla, dejándola caer sobre la cama. Se puso la ropa interior, de lo más sencilla y en tonos blancos, lo que resaltaba aún más el tostado de su piel y, encima, se colocó un corto vestido de punto que cubría hasta la mitad de sus muslos, de tirantes, en tonos anaranjados y rojos que combinaban con su larga melena.

-Cielo ¿Quieres un poco de té? ¿O prefieres un poco de sake?- salió de la habitación directa hacia la pequeña cocina que tenía. Cierto era que ella solía beber poco porque su cuerpo no lo toleraba y enseguida hacía alguna locura. Sin embargo siemrpe tenía una botella de buen sake en casa por si acaso iban a visitarla y les apetecía echar un trago, sobretodo Zen, Ryo y Daisuke. Se apoyó en el marco de la puerta, con una mano sobre la pared y la otra en su cadera, en una pose tranquila pero a la vez un tanto sugerente en aquella belleza del desierto.

- Si, si, claro... es tu habitacion al fin y al cabo - rio con cierto aire tontorron, un aire que realmente casi siempre portaba cuando no tenia nada serio que tratar en mente. Mientras la pelirroja se vestía, depositó el paquete con cuidado encima de la mesa, retirandose posteriormente el sombrero para abanicarse con él con parsimonia, intentando relajarse y que se le bajasen los colores que le sobresaltaron al verla ataviada con tan solo una toalla.

- Cielo ¿Quieres un poco de té? ¿O prefieres un poco de sake? - dijo aosmandose por la puerta finalmente vestida, pasando directaemnte a lo que parecia su pequeña cocina privada y apoyandose en la puerta.

- ¡Ah! Pues... sake, que ya que es tardecito - rió suavemente, buscando un lugar apropiado para sentarse tranquilamente. Ya que le había ofrecido bebida no iba a ser mal educado y rechazar una invitación por parte de una buena amiga y compañera - Así luego ya cojo con ganas la cama - bromeó a continuacion, recolocandose finalmente el sombrero y sonriendo de esa forma tan especial suya.

Zen había respondido sin pensar loq ue le apetecía y la pelirroja, con una sonrisa, se internó en la cocina para ir cogiendo los vasos y el sake. Puso en el fuego una cazuela con agua para calentar y, mientras esperaba, comenzó a clocar en un platito un montón de bombones que ella misma se había autoregalado.

-Dime, Zen ¿Cómo está Zan? Hace mucho que no paso por la tienda y la veo- preguntó mientras tanto, sin dejar de moverse por la cocina. Había conocido a la morena una de las veces en las que se había internado en los distritos altos, antes de ser shinigami. La había atendido igual que a cualquier otra persona y, desde entonces, había acudido a menudo a hablar con ella.

Una vez el agua rompió a hervir, quitó la cazuela del fuego e introdujo la botella de sake dentro para templarlo, saliendo hacia la salita con dos platitos, dos vasos y la cazuela. dejó todo en la mesa, con cuidado, y regresó hacia la cocina, moviendo graciosamente la caderita hacia los lados, como siguiendo una música que tan solo sonaba en su cabeza.

-Ten, tengo bombones, están buenisimo- dijo, dejando el plato a su vuelta junto con una botella de zumo de frutas. Con cuidado tomó asiento al lado del moreno y cruzó sus piernas con lentitud, tomandose su tiempo para formular la prefunta que llevaba un rato rondando ya su mente -Zen... tengo algo que preguntarte... ¿Es cierto que la afluencia de Hollows de alto nivel en Karakura ha vuelto a elevarse por encima de lo normal? ¿Han aparecido algo más que Hollows?- aunque no lo diria en voz alta, la idea de una nueva guerra tan rápido era algo que la aterraba.

Se había obnubilado en sus pensamientos, distraido en aquel cuarto tan recargado para su gusto. No lograba entender porque le gustaba a las mujeres cosas tan pomposas y del estilo, a pesar de haberse criado toda su vida con una, una ademas de lo mas recatada y coqueta, ese alguien por el que la voz de Nariel le saco de sus pensamientos desde la cocina.

- ¡Ah! - se sobresaltó ligeramente, por andar distraido a sus cosas - Pues está estupendamente. Todo va sobre ruedas al parecer. Fui el otro dia y como siempre esta casi lleno - rio suavemente, feliz porque todo le iba bien a su querida hermana.

- Ten, tengo bombones, están buenisimo - dijo la pelirroja tras un par de viajes desde la cocina en los que trajo los útiles necesarios para tomarse el piscolabis, un apr de vasos, bombones, la bebida. Siempre zumos para ella, pues aunque no habia llegado a verlo mucho al parecer no toleraba demasiado bien el alcohol.

- Vaya, gracias - sonrió nuevamente, como un niño esta vez ante la aparición de un dulce ante sus ojos, tomando uno y probandolo - ¡Estan muy buenos! - asintió firmemente al notar el sabor del chocolate fundiendose en su boca.

- Zen... tengo algo que preguntarte... ¿Es cierto que la afluencia de Hollows de alto nivel en Karakura ha vuelto a elevarse por encima de lo normal? ¿Han aparecido algo más que Hollows? - se atrevió finalmente a preguntar la capitana tras unos momentos que parecían de recapacitación. Sin duda alguna el tema era muy espinoso, y ciertamente había últimamente problemas con los hollows. Se tomó un tiempo para pensar bien al respuesta antes de abrir la boca con palabras claras, respirando hondo.

- Me temo que así es... Aunque gracias al entrenamiento intensivo mis hombres les hacen frente sin demasiados problemas, los hollows al parecer estan como mas organizados - asintió suavemente, suspirando - Esperemos que solo sean un par de bichos listos que molestan y no nada demasiado peligroso...

- Me temo que así es... Aunque gracias al entrenamiento intensivo mis hombres les hacen frente sin demasiados problemas, los hollows al parecer estan como mas organizados - el hombre suspiró mientras asentía y la pelirroja cada vez estaba más pálida... ¡Otra vez problemas!- Esperemos que solo sean un par de bichos listos que molestan y no nada demasiado peligroso...

Había cogido la botella de zumo y estaba a punto de servirse en su vaso, pero al escuchar las palabras de su compañero cambió de idea. Cogió la botella de sake, se sirvió un poco en el vaso y se lo bebió del tirón. Sintió el calor y la quemazón del alcohol bajar por su garganta hasta su estómago y aquello la hizo dejar escapar un suspiro. Otra vez problemas con los arrancar ¿Y si ese Zeero volvía a hacer de las suyas? ¿Y si el seretei volvía a sufrir las mismas calamidades de la otra vez?

Se quedó en silencio unos segundos mientras la cabeza comenzaba a darle vueltas con tanta información, con el temor de sufrir de nuevo... ¿Y si herían a su teniente? ¡No era más que un niño!

-¿Porqué tiene que pasar siempre lo mismo?- susurró de repente, perdiendo la vista en el fondo del vaso donde, nuevamente, se había servido un poco de sake. Lo bebió de golpe nuevamente y dejó el vaso sobre la mesa, girándose hacia el moreno -¿Porqué ese maldito idiota no hace más que intentar hacer un infierno de todo esto? ¿Qué gana con ello?

Observó atónito la reacción de la pelirroja, con esa actitud tan derrotista y tremendista. ¿Por qué de repente decía aquellas cosas? Con lo tranquila y positiva que solía ser siempre esos comentarios no hicieron mas que sorprenderle sobremanera, y más aun sumados al hecho de haber bedido no solo uno, si no dos vasos de sake de golpe sabiendo que no la sentaba bien.

- Oye... ¿te encuentras bien, Nariel? - preguntó curioso, sirviendose el en su vaso lentamente y atento a la pelirroja - No sueles ser asi... y mucho menos beber - asintió firmemente, terminandose el su vaso, con algo mas de tranquilidad que la que ella hubiera demostrado antes - Además, ¿que mas da que venga? Ya sobrevivió el Gotei 13 a un desastre como ese, y tienes ante ti a alguien que lo vivió y salió entero, ¿no? - pensaba que si comentaba aquello su animo mejoraria.

- Oye... ¿te encuentras bien, Nariel? No sueles ser asi... y mucho menos beber - el moreno parecía haberse preocupado bastante por la pelirroja y su actitud. Cierto era que no solía beber, pues no toleraba bien sus efectos y enseguida se deshinibía a veces demasiado - Además, ¿que mas da que venga? Ya sobrevivió el Gotei 13 a un desastre como ese, y tienes ante ti a alguien que lo vivió y salió entero, ¿no?

Le miró tras dejar el vaso en su sitio. Recorrió cada centímetro de su rostro con sus violáceos ojos, como buscando las palabras exáctas para poder contestarle. El calor estaba comenzando a subir a sus mejillas, pero al emnos la mente la mantenía lúcida. ¿Los efectos? Estaba empezando a ver todo demasiado negro, empezaba a ver un futuro incierto y su corazón se aceleraba por momentos.

-Zen... tú eres un hombre fuerte, llevas aquí siglos luchando. Yo te he visto luchar y... bueno, es fascinante- asintió, abanicándose un poco con la mano -Pero yo no soy tan fuerte... puede que tenga buena cabeza para retener las cosas, pero me falta pulirme en combate... Me comerían viva...- era sorprendente que siendo capitana pudiera decir algo así, pero si había algo de lo que hacía gala la pelirroja era de ser lo más humilde del mundo; no creía destacar en nada y día a día intentaba esforzarse para conseguir sus metas. Aunque normalmente la vagueza solía poder con ella.

Se quedó unos instantes mirando sus manos, como si en ellas pudiera hayar la respuesta a sus preguntas. Y, sin darse cuenta, continuó hablando, dejando ver los temores que se arremolinaban en su cabeza.

-¿Y si todo acaba? Yo solo quería poder ayudar en el Rukongai a las personas que más lo necesitaban porque he vivido sus horrores... Muchos shinigamis se creen que aquello no es para tanto, pero cuando te encuentras sola a merced de varios hombres que te tratan como un mero juguete que satisface sus deseos carnales ves las cosas de otro modo... Sentí esas violaciones en mis carnes, vi como les importaba poco que sus víctimas fueran una mujer o una niña pequeña... Mi unico deseo era acabar con todo aquello- susurró, frunciendo ligeramente el ceño -O eso creía... Una vez me acomodé otros pequeños deseos se formaron en mi mente: una familia... Quería formar una verdadera familia...

Se quedó nuevamente en silencio unos instantes, como perdida en aquello. El alcohol la estaba haciendo divagar demasiado, más de lo normal, o más bien estaba haciendo que esas divagaciones las formulara en voz alta en vez de dejarlas a solas en su mente.

-Pero si las cosas van a mal... ¿Cómo voy a hacerlo? ¿Tanto pido? Solo quiero tener a mi lado a un hombre dulce y atento, que me haga reír, que tenga detalles inesperados... Un hombre que me abrace cuando tenga pesadillas y que me despierte con un beso en la frente- susurró a la vez que se llevaba la mano a la frente, rozándola con dos dedos -Y un niño, o dos... correteando por la casa y llenándola con sus risas.

Alzó la vista hacia su compañero, como si se diera cuenta por fin de que no estaba sola, aunque había sido consciente de su compañía desde el primer momento. Se giró un poco y comenzó a echarse hacia adelante hasta quedar arrodillada al lado del moremo. Su mano izquiera se posó en el suelo, al lado del cojín en el que estaba sentado, yla diestra la alzó hasta colocarla en la mejilla del shinigami. Sintió su calor y unaleve sonrisa cruzó sus labios mientras sus claros ojos se posaban en los carmesí de su compañero. Sus mejillas habían adquirido un tono rojizo por el calor del alcohol y, pese a lo deshinibida que estaba, más de la cuenta, parecía al menos ser consciente de sus actos. A medida que hablaba comenzó a reclinarse hacia él, muy lentamente.

-Ojalá ese hombre fuera alguien como tú, Zen...