It's a trap!! (Shihouin Ryoko)

Atardecía en las dependencias del undécimo escuadrón y todo el mundo, salvo los que tuvieran guardia aquella noche, se despedía tras una intensa jornada de trabajo. A los oficiales aún les quedarían los últimos informes que repasar y firmar en sus respectivos despachos, para llevárselos a primera hora del día siguiente a su capitán. Contando con ello, alguien había dejado una exquisita tentación para la teniente del escuadrón. En el alféizar de la ventana de su despacho, alguien había dejado un trocito de atún de gran calidad con aceite de oliva encima de un papelito. Si quitaba la comida (o bien se la comiera directamente), vería un cutre monigote dibujado en el papel con un texto que decía: "Si quieres más, sígueme".

Siguiendo la mirada hacia donde señalaba el monigote, estaba el canalón que iba hasta el tejado. Y en el hueco de uno de los enganches del canalón con la fachada del edificio, podía ver otro trocito de atún con su respectivo papelito que le señalaba la ventana de arriba, donde encontraría en el alféizar exterior la siguiente pista hacia otro punto aún más alto, así hasta llegar al tejado. Los edificios del undécimo escuadrón eran de madera, así que no sería un ascenso difícil para las uñas de la pequeña gatita. Si llegaba al tejado, encontraría el resto de la lata de atún en su envase y un cuenco con leche fresca.

La gatita había pasado el tiempo libre que había tenido tras entrenar con los chicos paseando por los demás Escuadrones. Llegó a la carrera hacia su despacho para destransformarse, tomar su ropa y volver a casa. No tenía ganas, pero debía hacerlo. En cuanto entró, el olorcito a atún la hizo dar un respingo de alegría. Siguió el aroma mientras movía su pequeño rabito, saltando hacia la silla y de ahí al alfeizar... ¡Había un trocito de atún! Sin dudarlo ni un segundo se lo llevó a la boca, saboreándolo.

-Si quieres más, sígueme- leyó de repente en la nota. Vio la dirección que marcaba el monigote y, sin dudarlo, comenzó a ir hacia donde le indicaba.

A medida que encontraba un trocito había una nueva nota, llevandola arriba y arriba de su escuadrón. Ella trepaba feliz por las ventanas, por los canalones,... ¡Le gustaba ese juego! Además entre canelones y paredes de madera el ascenso le era bastante sencillo.

No tardó mucho en llegar al tejado, siguiendo el olorcito. Y por fin dio con su premio ¡¡El resto del atún y además leche!! Soltó un maullido de alegría y correteó hacia allí. Alguien había preparado aquello para ella, seguro que a sabiendas de que los juegos de niños la volvían loca. Nada más llegar comenzó a dar buena cuenta de mabos manjares.

La gatita había aparecido por el tejado, tal como yo, que había preparado todo aquello, había previsto. Esperé a que se terminara la comida y la leche, para que tuviera la tripa llena y no reaccionara con rapidez. Y entonces, ¡zas! Mi enorme mano atrapó a la gatita.

- ¡Eres mía! - dije triunfante y abrí la mano para que viera mi cara en primera plana -. ¡Bu! ¿Estaba buena la merienda o qué?

Y me la puse en el regazo, acariciándola suavemente como sabía que le encantaba.

- Tú y yo tenemos que hablar, esta vez no vas a escaquearte... - dije, estaba seguro que bastaba con eso para que identificara de qué quería hablarle.

Estaba comiendo tan tranquila cuando alguien la atrapó de repente. Maulló con fuerza y se revolvió nerviosa hasta que aquella enorme mano se abrió. En ese momento estaba boca arriba, moviendo las patas nerviosamente. Parpadeó un par de veces, como asimilando quién era.

-¡Jope, no me des esos sustos, capi!- exclamó quejicosa, girando sobre sí misma y sacudiéndose para recolocar su niveo pelaje -La merienda estaba muy rica, sí.

Enseguida daisuke la colocó sobre su regazo mientras la acariciaba. La gatita ronroneó a gusto, moviendo la colita de un lado a otro, hasta que la voz de su capitán la hizo nuevamente volver al mundo real.

- Tú y yo tenemos que hablar, esta vez no vas a escaquearte... - emitió un maullido de queja ¿Y ahora qué demonios quería? ¿Que se arrastrara por lo del otro día? Emitió un leve suspiro, mirándole.

-Lamento haberme ido de aquel modo, pero es que no paras de fastidiarme todo el día- se quejó, sentándose tranquilamente mientras le miraba.

Vi de plano que la situación ya no le parecía tan divertida como hace un momento, pero esta vez no se iría como la última vez. No iba a permitirlo.

- Como si sólo me metiera contigo, tontaina - dije divertido -. Sabes que ésto se lo hago a todos los chicos del escuadrón. Y, a estas alturas, deberías saber por qué lo hago...

La levanté por el cuello suavemente poniéndola en la palma de la otra mano, y la alcé para que me mirara a los ojos. Quería que viera que iba en serio.

- ¿O todavía no te has enterado del por qué?

No le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación, en absoluto. Nuevamente querían intentar entrar en su terreno "¿Para qué?" pensó, emitiendo un pequeño resoplido mientras le miraba desde su posición. No podía escaparse ya que la tenía bien agarrada, y aunque lo hiciera posiblemente acabaría cogiéndola y no tenía ganas de montar una pelea y que la cosa acabara llegando a oídos de quien no debía.

-¿Es porque me enfadé cuando me llamaste enana? ¿A quien le gusta que se metan con ellos?- dijo tranquilamente, manteniendo las patitas encogidas en aquella posición -No sé ¿a ti te gustaría que te llamaran gigantón? ¿O que cada vez que dieras un paso saltaran como si provocaras terremotos? Pues lo mismo- le miró atentamente, con sus claros ojillos felinos, ladeando ligeramente la cabeza.

Me reí ante la respuesta de la gatita. "Parece mentira, con la de tiempo que llevamos juntos" pensé negando con la cabeza. Y se la veía aún molesta, tratando de pincharme superfluamente a ver si así comprendía cómo se sentía. Como si ese fuera el problema.

- A mí me han llamado de todo menos bonito, muchacha. Y mira que no lo entiendo con lo guapo que soy y el cuerpazo que tengo - dije divertido -. Pero no se trata de eso tontaina. Yo no me meto con la gente por diversión, aunque lo disimule muy bien. Me meto con la gente para sacarles sus flaquezas, sus debilidades y que en lugar de acobardarse bajo una capa de complejos, aprendan a sacar pecho, superen sus miedos y se conviertan en hombres hechos y derechos.

Había que explicárselo todo a esta muchacha, por lo que iba viendo. Pero esa sin duda sería la forma de llegar hasta ella. En un mundo hipócrita como en el que había crecido, un poco de sinceridad directa y sin rodeos era como un bálsamo en el viciado ambiente que rodea a los nobles.

- Pero tú señorita no me engañas. Tú no tienes un complejo de ser chiquitita. Tú tienes un problema con ser chiquitita, que no es lo mismo - dije sin rodeos -. Y como un rival te lo encuentre, te hará pedazos, cosa que no le será difícil en cuanto intente desmoralizarte con los posibles complejos que puedas tener.

Suspiré, sabía que probablemente se estaría enfadando por meterme donde ella consideraba que no me llamaban. El problema es que sí me llamaban, ella lo hacía y a gritos, a pesar de no darse cuenta.

- Soy capitán de escuadrón y mi deber es velar por todos mis hombres, prepararles para las batallas y hacer de ellos guerreros imperturbables que el enemigo no pueda ni soplar, ni mucho menos envenenar con triste palabrería - entonces la miré a los ojos -. Pero tú eres mi teniente... mi mano derecha desde hace tantos años que ya he perdido la cuenta. Te considero más que un suboficial, eres una amiga. Y como amiga que eres no vas a evitar que me preocupe por ti y quiera ayudarte.

Puso los ojos en blanco cuando le escuchó explicarse tan detalladamente ¿Se pensaba que era tonta o algo por el estilo? Sabía dónde quería meterse y, a drede, ella le estaba dando largas ¿Porqué demonios todo el mundo se pensaba que era tan corta de entendederas? era algo que también la ponía bastante nerviosa y la cabreaba de sobremanera. Siempre había tenido problemas con su aspecto y su forma de ser, siempre la habían prejuzgado por tener esa apariencia y no ser una princesita fuera de sus obligaciones como parte del clan Shihouin.

-Vamos a ver...- tomó su forma humana, sentándose tranquilamente a su lado con un largo suspiro, poniéndose seria, algo muy inusual en ella -Lo que el enemigo pueda decir de mi, me importa un pito, sinceramente. Lo que realmente me jode es que la gente de mi alrededor, mis compañeros, me juzguen y me recuerden que, a saber porqué, llevo desde que tengo memoria con la apariencia de una adolescente idiota.

Suspiró nuevamente. Cierto era que no le gustaba tener esa apariencia ¿Quien no querría crecer, al menos, hasta parecer una mujer? ¿Quién iba realmente a fijarse en una niña bruta?

-Mi problema es que me tocáis todos los ovarios con el tema... Vale que no crezca, que en forma de gato sea totalmente ridícula y que mi comportamiento fuera de mis obligaciones sea más masculino que el de muchas nenazas del Seretei ¿Pero yo me meto con los demás? ¿Les recuerdo cómo deberían ser? ¿Les recuerdo los defectos que podrían tener? No... pues lo mismo quiero... Creo que no es tan complicado comprenderlo ¿no?- resopló de nuevo, entrecerrando los ojos ligeramente -Si llevaran la mitad de la vida que yo llevo, otro gallo cantaría- murmuró finalmente.

Había costado, pero por fin parecía que empezaba a hablar con mi teniente, con mi verdadera teniente y no esa muralla que tenía por fuera en todo momento. Le revolví el pelo para que se tranquilizara un poco.

- Vamos a ver, alma de cántaro. ¿Crees que si se tratara sólo de que tu aspecto o tu comportamiento no es lo que se espera de ti tendríamos esta conversación? - dije negando con la cabeza -. ¿Pero tú me has visto bien?

Si algo se podía decir de mí es que mi aspecto no estaba cerca de lo que se esperaba de un shinigami, un protector al fin y al cabo, ya que desde que tenía memoria la gente se acojonaba o, siempre que pudieran, huía sólo con verme. Y mi comportamiento distaba mucho de lo que se espera de un capitán, ni cumplía con mis obligaciones ni tenía intención de hacerlo. Sólo me preocupaba mi gente, que no es ni de lejos todo lo que se espera de mí. ¿Cómo podría pensar que yo le exigiría a ella que sí fuera/se comportara como se esperaba de ella?

- Mira sé que si tú no quieres, no te vas a dejar ayudar. Me parece bien, pero que no se diga que lo he intentado - dije al fin, decidiendo poner todas mis cartas sobre la mesa -. Ryo, creo que tú y yo somos más o menos de la misma quinta... Que en medio milenio tu cuerpo no se haya desarrollado tiene 2 explicaciones: que seas así y punto, algo muy inusual en un alma, pero es posible; o bien que haya algo que no permita que tu alma se desarrolle. Mi trabajo como capitán y mi deber como amigo tuyo es asegurarme que no se trate de lo segundo, ya que me da en la nariz que tú no te lo planteas o no quieres hacerlo.

Hice una pausa, lo que iba a decir podía terminar dejándola pensar en buscar una solución a sus problemas, o bien podría darme una hostia y largarse de allí más enfadada aún que el otro día.

- No sé qué clase de vida has llevado, ninguno lo hemos tenido fácil. Y no sé qué pensará otra gente cuando se meta con tu tamaño o tu comportamiento. Y, francamente, no me importa lo que piensen otros - dije con una seriedad que en muy rara ocasión se solía ver en mí -. Me importa que lleves todos estos años cargando con algo... No sé el qué... pero que sea lo suficientemente fuerte como para negar que desarrolles todo tu potencial como alma. No sólo es una pena como guerrero, no busco sólo eso de mi gente. Es por ti misma, ¿qué sentido tiene arrastrar algo así? ¿De verdad no quieres aunque sea intentar quitarte toda esa mierda de encima?

Me crucé de brazos.

- Si quieres irte vete, no te lo impediré ni volveré a tratar este asunto. Es tu decisión si quieres seguir estancada o no - dije -. Pero si quieres avanzar, si quieres hacer un cambio real en tu vida y a aspirar a algo más que lo que te impongan los demás; sabes que cuentas conmigo, ¿de acuerdo?

Esperaba hacerle entender que no me importaba si decidía lo segundo pero no quisiera que yo estuviera de por medio, eso lo respetaba. Pero al menos que empezara a pensar si no habría nada que pudiera mejorar en su vida que le permitiera quitar ese muro a su desarrollo como alma. Se trataba de su salud, tanto física como mental. Era necesario que se diera cuenta de ello...