Entrenamiento - Hiramura Keiko

La mañana era tranquila, soleada, y el mensajero habia llegado a primera hora -casi demasiado temprano, si no se estaba acostumbrado a madrugar- con un mensaje para Keiko. Estaba sellado, con la marca del Primer Escuadrón, del despacho del Comandante General, un sello raro de ver, que delataba la importancia del mensaje.

Se lo entregó sin ceremonia, y se marchó, dejando tras de si el leve rastro de reiatsu de un shunpou.

En su interior, se detallaba poco más que unas simples instrucciones sobre donde dirigirse para una evaluación especial de sus habilidades. El lugar elegido no era sino una montaña proxima, a las afueras del Seireitei, una zona poco conocida y hace años abandonada. Segun las instrucciones, encontraría un sendero de piedra que le llevaría hasta las ruinas de un antiguo santuario.

Allí se encontraría con su "examinador".

Ella ya estaba vestida, dispuesta para salir a entrenar, solía levantarse muy temprano, desayunaba bien y tranquila, luego se ponía su ropa de entrenamiento, que constaba de un pantalón de chándal, una camiseta holgada y unas zapatillas deportivas y salía a correr un rato, por lo que el mensajero la pillo casi saliendo de casa.

Cogió la carta y la abrió leyéndola un par de veces antes de doblarla y dejarla sobre la mesa. Camino despacio, de nuevo hasta la habitación, una habitación sencilla, desprovista de muebles, solo constaba con una silla situada al lado del armario, y se cambió de ropa, no era muy presumida pero sabía que debía ponerse la ropa de shinigami si iba a recibir su entrenamiento, asique no tardó mucho en cambiarse, dejar la ropa que se acababa de quitar doblada sobre la silla y salir de la habitación.

Atravesó la salita, que tampoco constaba de muchos muebles, una estantería en el lado opuesto a la habitación y una mesa baja en el centro, cogió la carta de nuevo, y salió de la casa, concentrándose en su reiatsu para acelerar su velocidad con shumpous, pese a que la montaña a la que se referían en la carta no estaba lejos, ya había perdido tiempo cambiándose de ropa, no perdería más, yendo andando.

Aunque una vez que llego al sendero, y tras observarlo unos segundos, decidió recorrerlo con paso ligero, total al final no había salido a correr y le vendría bien un poco de ejercicio para calentar antes de toparse con quien quisiera que fuera su “examinador”

En la montaña soplaba un aire fresco, relajante, que llenaba los pulmones y mecía las hojas aun algo húmedas de rocío. Desde aquella altura de la montaña se podía ver con claridad el Sereitei, sus edificios y los escuadrones, y más abajo, el Rukongai, rodeándolo, abrazándolo como si intentase tragárselo.

Y allí arriba, en la explanada, sentado sobre una amplia roca, una figura de anchas espaldas, y de musculatura más del doble que Keiko esperaba mirando al horizonte. Un palo de dangou entre sus dientes, y un Haori de Capitan a sus hombros le hacían fácilmente reconocible: el Comandante General del Seireitei, Mitsurugi Renjiro.

Se levantó al oír los pasos de la joven, golpeando suavemente sus muslos y estirándose, casi como un oso, girándose hacia ella con expresión dubitativa, frotándose el mentón cubierto de barba, dejando que su pelo ondease a la suave brisa unos segundos.

- ¿Tu eres la chica nueva?

No había hablado en un tono amenazador, pero su voz, un trueno en aquella calma, resonaba con una fuerza y un poder incomparables, que hizo salir volando un grupo de pájaros de un árbol cercano. Solamente pensar en como debía ser aquella bestia cuando se enfadase resultaba intimidarte de por si.

- En fin, contra antes empecemos, antes acabaremos. Acercate.

Volvió a sentarse, ahora de cara a ella, con las manos en las rodillas y mirándola expectante.

Ella sentía todo en esos momentos, la brisa en su rostro, la tierra húmeda en la que se hundían nimiamente sus waraji, mientras subía volvió la vista atrás, lo cierto es que nunca había llegado tan lejos y no había podido disfrutar de las vistas y ahora que las veía, tampoco podía, se dio cuenta cuando estuvo arriba del todo y miro de nuevo al frente, al ver esa enorme masa de músculos se quedó congelada.

Le miro en silencio, atendiendo a sus palabras, que rompían la calma que se respiraba en ese paramo de paz…Lo cierto es que no sentía miedo, tal vez porque él era bastante más grande que ella, y eso siempre la había infundado confianza y ternura, aunque no era el momento para ninguna de las dos cosas.

Asintió cuando él la pregunto y dado que tampoco le dio tiempo a responder asintió de nuevo cuando dijo lo de empezar cuanto antes y avanzo sin miedo pero muerta de curiosidad hacia él, más que nada le podía la curiosidad de saber que pruebas la pondría ese enorme hombre, del cual había conocido hasta ahora solo por las historias contadas, ya que nunca antes le había visto en persona.

La miró, de arriba a abajo, estudiándola, recorriendola con sus ojos, de una forma que fuera de un entrenamiento casi podría haber sido reprochable, rascándose el mentón y frunciendo el ceño, como si no estuviese muy seguro de algo, antes de volver a hablar.

- ¿Sabes donde estamos? Esta montaña no es una montaña cualquiera, estamos en el Yamakon, la Montaña de las Almas, un lugar de meditación y descanso sagrado que se ha preservado durante generaciones. Y este lugar, estas ruinas son lo que queda del antiguo templo que aquí se alzaba siglos atrás.

Esperó, dándole tiempo para que absorbiese la información y tomase conciencia del honor que suponía pisar un suelo como aquel, que probablemente -incluso abandonado y en ruinas- era y siempre sería uno de los lugares de meditación más sagrados del Seireitei.

- Ahora... ¿Sabes porque te he hecho venir?

La observó, esperando su respuesta, aun sentado sobre la roca, dejando que el puro aire de la montaña sacudiese levemente sus ropas y llenase sus pulmones.

Ella se sentó, primero se puso de rodillas frente a él cuando termino de observarla y luego se sentó sobre sus talones escuchándole en silencio, aunque con un leve rubor en las mejillas. Estirando una mano acariciando la tierra que había bajo ella, siempre lo hacía cuando tenía tierra debajo y ahora que había escuchado donde estaba aún más.

Aparto la mirada observando todo lo que había a su alrededor, las ruinas, reconstruyendo en su mente lo que podría haber sido para ella el antiguo templo y no pudo evitar sonreír levemente, alzando la comisura de los labios levemente volviendo la vista hacia él, poniendo las manos frente a ella sosteniendo aun un poco de tierra del suelo.

-Creo…- Susurro mirándole, mientras sentía el viento en la cara- Que me vas a hacer una prueba para comprobar que estoy preparada…no? –Su voz era suave, nada imperativa y hasta levemente melódica.

Con la mano en la que no tenía la tierra se apartó un mechón de pelo de la cara mirándole, esperando en silencio, un silencio que la agradaba ya que solo se rompía por el ronroneo del aire, que le rozaba el rostro y zarandeaba su larga melena.

Spoiler:

Sonrió, mirándola, mesándose la leve barba que le cubría la barbilla. Era realmente un gigante al lado de cualquiera en el Seireitei, y verlo de tan de cerca imponía un respeto y -¿porque no?- un miedo bastante grande.

- Asumo que el protocolo no fue uno de tus puntos fuertes en la academia... pero bueno... tampoco fue uno de los míos, así que lo dejaremos pasar...

Haberse sentado sin que su superior se lo dijeses, haberle tuteado y no haber utilizado honoríficos con alguien del rango del Comandante General... eso, en publico, le habría costado una sanción probablemente fuerte...

- Pero, volvamos al tema. Una prueba, estar preparada. Sí, son conjeturas validas... vagas, pero validas. ¿Preparada para que? ¿Que prueba? Eso te estoy preguntando... ¿Para que crees que te haría venir hasta aquí, yo personalmente, a ti, una Shinigami recién salida de la academia?

La observó, a ver cual era su reacción a eso, cual era su respuesta.

Le miro, aunque cuando oyó sus palabras se levantó de un salto ahora su rubor era considerable, estaba roja cual tomate y puso las manos frente a ella unidas con la mano en la que aun portaba la tierra debajo, pues movía sus dedos despacio sintiendo ese áspero tacto. Bajo la mirada centrándola en el suelo e inclino levemente la cabeza.

-Disculpe mi impertinencia Comandante General, no se repetirá –susurro.

Ni siquiera alzo la mirada de nuevo cuando le hablo y miro de reojo las vistas que había mordiéndose el labio analizando sus preguntas, ordenándolas en su mente, evaluando cada pregunta y su prioridad, estudiando varias respuestas posibles aun sin responder, aunque levemente negó con la cabeza y alzo la mirada despacio hasta los ojos de él.

-No lo sé- susurro mordiéndose el labio, aparto la mirada y se autocorrigió a si misma- quiero decir, que no entiendo cuál puede ser la finalidad de que una simple shinigami como yo esté aquí, dado que en el caso hipotético de que fuera una prueba de fuerza, no sería el mismísimo Comandante General quien me la planteara dado que el resultado sería obvio –se armó de valor alzando de nuevo la mirada hasta él.

Sonrió ampliamente y rió un poco, negando con la cabeza, estirándose y poniéndose de pie, con sus más de dos metros cuarenta de cuerpo.

No te preocupes... si hubiera querido protocolo, no te habría hecho venir a una montaña desierta.

Hizo un gesto con la mano, quitandole importancia y mirando hacia lo alto de la montaña, que se alzaba al menos un par de cientos de metros más.

- Estás aquí porque despertaste el interés de tus examinadores... vieron potencial en ti, vieron un diamante en bruto, y en la situación en la que se encuentra el Seireitei tras la ultima guerra con Hueco Mundo, necesitamos gente como tu... gente que pueda coger la bandera de los que perdimos.

Volvió su mirada hacia los edificios, de nuevo, sonriendo brevemente y cubriéndose el sol con una mano a modo de visera.

- Así que... ¿Que opinas? ¿Tienes la voluntad para llegar a lo mas alto? ¿O he perdido el tiempo llamándote hasta aquí?

Sus ojos se abrieron un poco al observarle, era una mole de puro musculo, una mole intimidatoria que hasta la hizo tragar saliva despacio, le observo descaradamente, aunque sin darse cuenta de ese hecho, se fijó en todo su cuerpo, desde su pelo revuelto hasta las múltiples cicatrices que portaba quedándose enajenada durante un pequeño lapso de tiempo, mientras él hablaba.

Su mente estaba procesando aquella imagen mientras las palabras entraban en ella aunque apenas se quedaban en su interior ya que aquel hombretón ocupaba todo el espacio en ese momento, incluso dio un paso atrás como si al levantarse se hubiera acercado a ella imponiendo su presencia en aquel espacio que en ese momento le pareció demasiado pequeño para los dos…

- Estás aquí porque despertaste el interés de tus examinadores... vieron potencial en ti, vieron un diamante en bruto, y en la situación en la que se encuentra el Seireitei tras la ultima guerra con Hueco Mundo, necesitamos gente como tu... gente que pueda coger la bandera de los que perdimos. -

Esas palabras resonaron en su mente mientras le miraba a los ojos, ¿potencial? ¿Diamante en Bruto? Le costó un rato asimilar que hablaba de ella y salir de su propia pompa en la que aquel hombre la había metido y se sonrojo de golpe parpadeando un par de veces tratando de asimilar ahora todo lo que él había dicho.

Miro todo lo que había a su alrededor, pensando, en ella, siempre había sido muy rápida aprendiendo y era cierto que muchos de sus examinadores la habían dicho que era buena, pero nunca se lo había creido del todo y oírlo ahora de la boca del comandante general la descuadro por completo, aunque la animo a luchar por ello y sonrio ampliamente mirándole a el de nuevo.

-Solo dime que tengo que hacer y te demostrare que no has perdido el tiempo- dijo segura de si misma apretando los puños convencida de si misma y de que podía conseguirlo.

La miró, cruzándose de brazos y suspirando, era joven, impetuosa sin duda, aun tenía mucho que aprender, pero bueno... no tenía nada que perder por confiar en la palabra de sus examinadores... si de verdad tenía potencial, valía la pena ignorar ciertas faltas de protocolo... por ahora.

- En lo alto de esta montaña hay un pequeño altar, que los años no han conseguido derruir. Junto a ese altar nace un arroyo, de agua cristalina, el agua más pura que encontrarás jamas. Debes ir hasta allí y traer un frasco de ese agua, y a partir de ahí, podremos continuar.

Tendiéndole un pequeño vial de cristal, mirándola con una leve sonrisa, mientras alzaba su mirada hacia la montaña.

- Pero hay ciertas condiciones. Tienes que hacer este camino valiendote solamente de tu fortaleza física, sin shunpou, ni habilidades de Kidou que hayas podido aprender en la academia. Tienes que demostrarle a la montaña que eres digna de llegar allí arriba, o la misma montaña no te dejará llegar.

Sonrió y asintió, frotándose de nuevo el mentón, con una expresión de melancolía, como si recordase algo que hacia tiempo que había olvidado. Quizás él mismo había hecho ese peculiar peregrinaje en el pasado.

- La escalada será dura, y según asciendas, la misma presión espiritual del lugar y los guardianes de la montaña te dificultarán seguir avanzando. No cedas, persevera, lucha contra las pruebas que la montaña te lance y vuelve aquí con ese vial antes del anochecer. Entonces seguiremos hablando sobre tu entrenamiento. ¿Alguna pregunta?

Ella miro a la montaña mientras le escuchaba ahora más centrada en la tarea que acaba de encomendarla que en él mismo y asintió despacio aspirando hondo sonriendo levemente mientras soltaba despacio la arena que aun portaba en la mano y se giró mirándole a él a los ojos, sus ojos brillaron levemente cuando junto las manos e inclino la cabeza.

- Regresare antes del anochecer - fue todo lo que dijo.

Cogió el vial en la mano y se giró enfrentándose a la montaña sonriendo levemente y comenzó a andar, le gustaba la naturaleza y todo lo que ella representaba, le recordaba cuando llego allí y se encontró en un campo desierto y como había tenido que sobrevivir sus primeros días hasta que el dueño de las tierras la encontró.

Cerro los ojos un momento y sintió el aire en su cara, se respiraba tranquilidad y paz, una paz que podría llegar a agobiar si no se estaba acostumbrado a ella, abrió los ojos de nuevo y siguió andando por el que ella creía que era el sendero más corto, avanzaría recto hasta que tuviera que enfrentarse de verdad a la naturaleza y escalar esa dura montaña de piedra.

La montaña parecía mirarla a ella, desde su imponente altura. En el punto más alto, la cima rasgaba levemente las nubes bajas... No iba a ser una ascensión sencilla.

- Estaré esperando. - fue su única respuesta. Le gustaba la decisión que veía en los ojos de la chica, al menos sabia que no se daría la vuelta al primer obstáculo.

El sendero, de piedra erosionada, notablemente antiguo, avanzaba a todas luces rodeando la montaña para llegar a la cima, pero dar toda la vuelta andando podría llevarle días, incluso a buen paso... Las paredes rocosas de la montaña, cubiertas de enredaderas y de vegetación silvestre, sin embargo, parecían lo suficientemente escarpadas como para trepar sin demasiado problema.

Tras unos minutos avanzando, pudo localizar lo que parecía una explanada en un nivel superior de la montaña. Podría ser una buena opción escalar hasta allí como primera parada.

Ella sonrió y anduvo despacio, al menos al principio ya que iba calculando cuanto tardaría en llegar a la cima si iba por el camino que se extendía ante ella, un camino que parecía viejo y tenía pinta de haber sido transitado por millones de guerreros antaño.

Cuando llego a la explanada se paró en seco y se puso de cuclillas, acariciando de nuevo la tierra, era su forma de pedir permiso a la montaña y se irguió de nuevo aun con la tierra en una mano y el vial en la otra, guardo el vial en el escote bien sujeto con el sujetador, para que no se le escurriera.

Tras eso se acercó a la pared de la montaña, se froto la arena por ambas manos, se descalzo y comenzó a buscar los puntos donde poder poner las manos para ir ascendiendo, pegada a la pared, buscando con sus pies descalzos apoyos para poder impulsarse ascendiendo segura.

El ascenso no resultaba difícil... les habían entrenado para cosas diez veces peores en la academia, y aunque la roca levemente húmeda de rocío amenazaba con resbalar en sus dedos, solamente hacia falta afianzarse firmemente e ir avanzando, para -en cuestión de minutos- llegar a la explanada superior.

Desde allí podía ver un sendero más estrecho, cubierto de viejas plantas, y rocas. A todas luces conducía al corazón de la montaña, era probable que fuese la manera más rápida de llegar hasta su destino, pero había algo que le bloqueaba el paso.

Una enorme roca irregular, de al menos tres toneladas cubierta de musgo y algunas enredaderas, parecía haberse desprendido de la montaña años atrás y bloqueaba el paso al sendero.

Habría que encontrar una manera de apartar esa roca si quería avanzar por el sendero, ya que, aunque era posible que hubiese más maneras de llegar a la cima, tampoco podía perder el tiempo dándole la vuelta a la montaña.

Cuando llego a la segunda explanada, sin ningún problema miro la superficie de la tierra observando todo lo que había a su alrededor, no evito sonreír con suavidad y dulzura al recordar, que de pequeña ella en un tiempo remoto también jugaba en una explanada como aquella, con palos de madera como espadas, luchando en uno de sus entrenamientos.

Se paró al ver la roca obstaculizándole el paso y sonrió aún más, acercándose a ella tanteándola por los laterales buscando algún punto débil en el que poder apoyarse para empujarla, mientras con la vista rastreaba el lugar buscando un Palo que la pudiera servir de palanca.

Intentaría mover la piedra, por el método tradicional, si no lo conseguiría buscaría una forma de sortear ese obstáculo, saltándolo o bien escalando por las paredes en las cuales se había quedado atascada esa enorme roca, que la impedía continuar con su tarea.

A los segundos de tocar la roca, un leve temblor sacudió la explanada, haciendo que pequeñas piedrecitas se desprendiesen de la ladera, y algunos pájaros saliesen volando de los arboles cercanos. El origen no fue claro hasta que esa misma piedra comenzó a deformarse y cambiar de tamaño, adoptando una forma humanoide, como una corteza, una armadura de piedra que parecía acoger en su interior una enorme cantidad de energía espiritual.

La figura tenía fácilmente más de tres metros de alto, y sus brazos, gordos como arboles, parecían capaces de competir con la dureza de la montaña. La enorme figura bloqueaba el paso al sendero, y -girando su cabeza en dirección a Keiko y clavando sus centelleantes ojos celestes hechos de puro reiatsu en ella- habló con una voz que parecía el eco de las montañas.

-Yo … soy Yamakon... Y nadie que no sea digno podrá entrar en mi santuario...

Si lo que decía la criatura era cierto, se hallaba frente al mismo espíritu de la montaña, milenios de energía condensadas en un guardián ancestral que protegía el corazón del lugar y sus secretos.

- Si... deseas pasar... debes demostrarme tu determinación....

Dio un par de pasos atrás al sentir los temblores, llevando instintivamente una mano a la empuñadura de su Zanpakuto aunque no hizo ningún movimiento amenazador, al menos por el momento, solo observo a esa enorme mole, tornando su forma en un humanoide escuchando sus palabras como el eco de las montañas.

-Yo … soy Yamakon... Y nadie que no sea digno podrá entrar en mi santuario...

Escucho esas palabras que reverberaron en su mente y sonrió levemente, quitando la mano de la empuñadura, si era el espíritu de la montaña, no quería enfrentarse a él, por lo que se inclinó levemente haciéndole una reverencia descendiendo también la mirada, aunque todos sus sentidos estaban alerta por si tenía que defenderse de un posible ataque.

-Mis respetos Yamakon, soy Hiramura Keiko…Una shinigami que busca su permiso para ascender hasta lo más alto de la montaña, donde me han indicado que hay un arroyo –susurro levemente alzando la mirada despacio hasta sus ojos, esperando alguna respuesta por parte de él.

- ¡Shinigami! -su voz tronó, parecía hacer eco en el valle bajo la montaña, con la misma fuerza de la naturaleza al hablar, mientras la señalaba con un enorme dedo de roca.

- Los Shinigami ya no vienen por aquí. Los Shinigami abandonaron esta montaña. No te creo.

La enorme figura avanzó un paso, en dirección a ella, en una actitud que, aunque no declaradamente hostil, si que dejaba claro que no estaba contenta con la intrusión en el terreno sagrado que protegía.

- Demuéstralo. O vete.

Sus palabras eran concisas, breves, como si no estuviese acostumbrada a hablar, como si, quizás, hiciese mucho que no lo hacía, y esperó, con sus centelleantes ojos clavados en Keiko.

Ella levanto la mirada, y aspiro profundamente, no podía creerse que los shinigami, al menos los conocedores de esa montaña, ya no fueran por allí. Miro hacia atrás recordando las palabras que el comandante general Mitsurugi le había dicho antes de embarcarse en ese camino.

- Tienes que hacer este camino valiéndote solamente de tu fortaleza física, sin shunpou, ni habilidades de Kidou que hayas podido aprender en la academia. Tienes que demostrarle a la montaña que eres digna de llegar allí arriba, o la misma montaña no te dejará llegar.-

Asique se tensó y puso la mano despacio en la empuñadura de su zampakuto y mirándole a los ojos clavo la misma en la tierra entre ambos, mostrando el sello que como zampakuto de todo shinigami portaba para la purificación de las almas y puso una mano en la empuñadura.

-Os vale esto como muestra? O necesitáis aún más?–Susurro con voz firme, pero no amenazadora, ahora podía mostrar una pose defensiva si era necesario ya que tenía la espada a mano, pero no se movió, no quería amenazarle, solo convencerle.

El ser gruñó mirándola, bajando el dedo y alzando el mentón, como si no estuviese convencido del todo. Dio un paso al lateral, y luego uno al lateral contrario, como si estuviese algo inquieto, como si de verdad no esperase ver un shinigami.

- ¿Y que busca uno de los tuyos en Yamakon? Hace siglos que los vuestros no consideran a nadie digno de venir al peregrinaje... ¿Y ahora mandan a una niña como tu?

Dio otro paso al frente... fuese lo que fuese lo que pasase en la montaña en el pasado, parecía que aun guardaba un cierto rencor hacia los shinigami.

- ¿Quien te envía? - al menos parecía que según pasaba el tiempo, iba adquiriendo una habilidad verbal más fluida.

Ella no le perdió de vista en ningún momento y cuando avanzo de nuevo hacia ella cogió la zampakuto y la envaino dejando aun la mano sobre la empuñadura observándole en silencio, le parecía demasiado raro todo aquello, aunque no quería herir el orgullo de aquel espíritu.

-¿Y que busca uno de los tuyos en Yamakon? Hace siglos que los vuestros no consideran a nadie digno de venir al peregrinaje... ¿Y ahora mandan a una niña como tú?-

Analizo sus palabras suponiendo que la última vez que esa montaña estuvo plagada de shinigamis fue en la batalla que dejo atrás las ruinas en las que había estado y aparto la mirada de nuevo analizando esta nueva escena en la que se encontraba ahora, con un gigante de tres metros de roca impidiéndole el paso, hasta terminar mirándole a él a los ojos de nuevo.

-Busco el agua de vuestro manantial – se metió la mano en el escote para sacar el vial – esa será mi muestra de que soy merecedora de permanecer aquí… -dijo sincera y jugando con el vial de cristal entre los dedos en silencio unos instantes. – Me envía el comandante General que reside en las antiguas ruinas del templo esperándome…

Su mirada paso a ser suave y escrutadora, tratando de analizar todo lo que había tras esas palabras que albergaban cierto rencor en parte comprensible, aunque no dijo nada esperando paciente a que el humanoide la dejara pasar, o la pidiera otra prueba de su identidad. Aunque le había dolido lo de que era una niña, no cedería tan fácilmente, al menos no aun.

La figura la observó unos segundos, unos eternos segundos que parecieron durar horas, tan estática como había sido antes de formarse su forma humanoide, antes de ladear la cabeza suavemente.

- El comandante... ¿Ha venido?

Parecía -aunque la falta de facciones faciales hacia difícil confirmarlo- genuinamente sorprendida, mientras la observaba, y a todas luces, se relajaba.

- Tu voluntad es fuerte, y la confianza depositada en ti, grande... Creo que por esta vez... puedo hacer una excepción... y dejarte pasar.

Apartándose, con lentos y sonoros pisotones, dejando el camino libre al sendero, y extendiendo la mano hacia él, como indicándole que tenía el camino libre.

- El sendero que escoges es duro... niña... pero mantente fuerte... y vuelve algún día a visitar Yamakon...

Ella le mantuvo la mirada fija en sus ojos esperando a su respuesta, asintió cuando le pregunto si el comandante era quien había venido a implantarle la prueba y sonrió levemente, aunque sin decir nada.

Sonrió al ver momentáneamente esa falta de expresión en su rostro, por lo que estaba acostumbrada eso era una sorpresa implícita en esa mirada casi vacia, aunque se mantuvo sin decir nada mirándole en silencio.

-Tu voluntad es fuerte, y la confianza depositada en ti, grande... Creo que por esta vez... puedo hacer una excepción... y dejarte pasar.-

Ella arrugo la nariz, no le gustaba que confiaran en ella sin demostrar que se podía confiar en ella, pero mantuvo silencio mordiéndose el labio observando a la enorme mole apartándose de su camino, dejando vía libre por el sendero extendiendo la mano indicándole que podía pasar, aun asi miro el camino y sonrió al ver que la montaña le dejaba pasar diciendo:

-El sendero que escoges es duro... niña... pero mantente fuerte... y vuelve algún día a visitar Yamakon...-

Y susurro:

-Volveré casi a diario si se me permite, sino a lo más tardar cada dos días-sonrió y le hizo una reverencia susurrando sin llegar a mirarle a los ojos-Gracias por todo Yamakon, nos veremos pronto-sonrió y comenzó a andar de nuevo por el camino que él le había dejado.

Y lo que sucedió en la montaña, y como Keiko llegó a su puesto, es otra historia...