Entrenamiento - Hiraga Kaoru

La mañana era tranquila, soleada, y el mensajero habia llegado a primera hora -casi demasiado temprano, si no se estaba acostumbrado a madrugar- con un mensaje para Kaoru. Estaba sellado, con la marca del Primer Escuadrón, del despacho del Comandante General, un sello raro de ver, que delataba la importancia del mensaje.

Se lo entregó sin ceremonia, y se marchó, dejando tras de si el leve rastro de reiatsu de un shunpou.

En su interior, se detallaba poco más que unas simples instrucciones sobre donde dirigirse para una evaluación especial de sus habilidades. El lugar elegido no era sino una montaña proxima, a las afueras del Seireitei, una zona poco conocida y hace años abandonada. Segun las instrucciones, encontraría un sendero de piedra que le llevaría hasta las ruinas de un antiguo santuario.

Allí se encontraría con su "examinador".

La tarde era extraña en medio del Rukongai, Kaoru estaba dando un paseo por una calle solitaria. Caminaba en línea recta sin rumbo, hacía rato que no se encontraba con absolutamente nadie pero no le dio importancia, la calle era larga y su único propósito era el de ver donde desembocaba.

De repente un sonido ensordecedor le hizo girarse hacia su derecha en el momento justo para ver como un gato de 4 metros de altura salía de detrás de una pared que acababa de hacer añicos. El gato se abalanzó sobre el muchacho y…

Abrió los ojos sobresaltado, unos suaves golpes en la puerta le hicieron despertar de ese extraño sueño. Se incorporó lentamente en la cama y se dirigió hacia la puerta para ver quién le había despertado. Su primer día después de la graduación en la academia de Shinigamis y no le dejaban dormir.

-¿Quién es?- preguntó mientras abría la puerta. Al otro lado pudo ver a un muchacho moreno con ropas de shinigami y una curiosa sonrisa.

-¿Qué desea?- preguntó observando la sonrisa del chico que tenía delante, parecía como si le pareciera divertido despertar a la gente.

En una fracción de segundo, la sonrisa del invitado inesperado desapareció, tendiéndole un mensaje sin mediar palabra y desapareciendo tras entregarlo.

-Que mensajero más extraño, aunque más extraño es que me lo entreguen a estas horas de la mañana- comentó a su “compañera de piso” Aika, que se encontraba a su lado en ese instante. Un hermoso gato de color negro azabache ronroneaba mientras apoyaba la cabeza sobre una de las piernas de kaoru.
Se dirigió hacia la cama con Aika a su lado, se sentó y abrió el mensaje. Le dió un vuelco al corazón al ver el sello, pues significaba que era algo de gran importancia y no quería faltar en su primer día. Leyó la carta atentamente pensando que le había asignado una misión nada más terminar su instrucción, pero en su interior había unas indicaciones para llegar a un lugar donde se le haría una valoración.

-Bueno, parece ser que voy a tener que darme prisa en llegar allí, ¿No crees Aika?- le dijo al gato mientras se dirigía al armario para vestirse.
Sacó de ahí su traje de shinigami aún sin estrenar, se lo puso con gran honor y ató al cinturón su Zampakuto. Salió a la calle procurando que Aika no saliera también y se dirigió al lugar con gran premura pero intentando gastar la menor energía posible, se enfrentaría a una evaluación y debía estar al 100%.

Tras salir del Seretei, usó por primera vez el shumpo fuera de los entrenamientos para llegar a la montaña lo antes posible. Dio gracias a que era una montaña el lugar, pues tendía a perderse a veces, sobre todo si el lugar le era desconocido y hacía mucho tiempo que no salía a las afueras. Buscó el sendero de piedras durante un buen rato, y tras encontrarlo ascendió por él esperando encontrar fácilmente a las ruinas. El camino se encontraba lleno de hierbajos e insectos, como si hiciera años que nadie pasaba por aquel lugar. Aminoró el paso para poder estar atento de cualquier cosa que ocurriera a su alrededor, quien sabe lo que podría ocurrir en un lugar desolado como ese.

Un sonido le hizo mirar a su izquierda sobresaltado, pero no fue más que un pequeño conejo que saltó de entre las hiervas, cruzando el camino con total tranquilidad como si el Shinigami no existiera.

-Valla….Que raro se me hace que no se halla asustado con mi presencia, suelen ser animales muy precavidos.- Dijo Kaoru en voz alta olvidando durante un instante lo que le había llevado hasta ahí.

Tras unos minutos más de ascenso, pudo discernir a la distancia un gran edificio hecho de piedra, de las cuales salía plantas de muchos tipos, como si fuera una extensión de la tierra de la zona con un ángulo de 90º. Corrió hacia el lugar a gran velocidad y se paró ante la entrada del santuario.

-Soy Hiraga Kaoru, he venido como me han pedido-dijo mientras asomaba la cabeza por la puerta esperando discernir algo desde fuera. Por fin era un Shinigami y pensaba dejar impresionado a quién fuera su instructor en esa evaluación.

En la montaña soplaba un aire fresco, relajante, que llenaba los pulmones y mecía las hojas aun algo húmedas de rocío. Desde aquella altura de la montaña se podía ver con claridad el Sereitei, sus edificios y los escuadrones, y más abajo, el Rukongai, rodeándolo, abrazándolo como si intentase tragárselo.

Y allí arriba, en la explanada, sentado sobre una amplia roca, una figura de anchas espaldas, y de musculatura prácticamente el doble que Kaoru esperaba mirando al horizonte. Un palo de dangou entre sus dientes, y un Haori de Capitan a sus hombros le hacían fácilmente reconocible: el Comandante General del Seireitei, Mitsurugi Renjiro.

Se levantó al oír la voz del joven, golpeando suavemente sus muslos y estirándose, casi como un oso, girándose hacia él con expresión dubitativa, frotándose el mentón cubierto de barba, dejando que su pelo ondease a la suave brisa unos segundos.

- ¿Tu eres el chico nuevo?

No había hablado en un tono amenazador, pero su voz, un trueno en aquella calma, resonaba con una fuerza y un poder incomparables, que hizo salir volando un grupo de pájaros de un árbol cercano. Solamente pensar en como debía ser aquella bestia cuando se enfadase resultaba intimidarte de por si.

- En fin, contra antes empecemos, antes acabaremos. Acercate.

Volvió a sentarse, ahora de cara a él, con las manos en las rodillas y mirándolo expectante.

Se estremeció al escuchar una imponente voz que venía de unos de sus costados. Se tomo unos segundos antes de girarse pensando a quien podría pertenecerle. Denotaba gran poder, pero no sonaba amenazadora, todo lo contrario, parecía que con esa persona cerca nada se atrevería a acercarse durante la prueba. Tras girarse, se encontró ante él al mismísimo Comandante General de los 13 escuadrones.

-Si señor- respondió con el tono más sereno del que disponía en un momento así.

Se acercó rápidamente al que iba a ser su examinador en ese día, se paró a 3 metros de él, y tras una leve reverencia, se quedó quieto con la espalda bien recta esperando a que las órdenes llegaran, intentando no apartar la mirada pues eso sería una gran falta de educación, o por lo menos así le habían educado de pequeño.

-¡Usted dirá Comandante General!- dijo con una respetuosa pero firme voz.

Le miró, de arriba a abajo, estudiándolo, rascándose el mentón después y frunciendo el ceño, como si no estuviese muy seguro de algo, antes de volver a hablar.

- ¿Sabes donde estamos? Esta montaña no es una montaña cualquiera, estamos en el Yamakon, la Montaña de las Almas, un lugar de meditación y descanso sagrado que se ha preservado durante generaciones. Y este lugar, estas ruinas son lo que queda del antiguo templo que aquí se alzaba siglos atrás.

Esperó, dándole tiempo para que absorbiese la información y tomase conciencia del honor que suponía pisar un suelo como aquel, que probablemente -incluso abandonado y en ruinas- era y siempre sería uno de los lugares de meditación más sagrados del Seireitei.

- Ahora... ¿Sabes porque te he hecho venir?

Le observó, esperando su respuesta, aun sentado sobre la roca, dejando que el puro aire de la montaña sacudiese levemente sus ropas y llenase sus pulmones.

Calló un rato observando la majestuosidad de la montaña y las ruinas, nunca se hubiera imaginado que fuera un lugar tan importante. Dio una última pasada a el paisaje con la mirada y volvió a posarla en el Comandante General.

-Es todo un honor que me haya convocado aquí, señor- dijo Kaoru con gran Respeto.

Titubeó durante un momento por la pregunta, en el mensaje le indicaban que era para una evaluación, pero tampoco tenía constancia de que se hicieran esas cosas.

-Pues según el mensaje que recibí era para una evaluación o algún tipo de examen, o eso me pareció entender, señor- contesto pero no totalmente convencido.

Observó a su único acompañante intentando leer en su mirada si había o no acertado con la respuesta.

Sonrió levemente, incorporándose sobre sus más de dos metros cuarenta de altura, y mirándolo, como si lo estudiase. Se frotó lentamente el mentón, y suspiró.

- Una evaluación, un examen. Sí, son conjeturas validas... vagas, pero validas. ¿Evaluar que? ¿Que prueba? Eso te estoy preguntando... ¿Para que crees que te haría venir hasta aquí, yo personalmente, a ti, un Shinigami recién salido de la academia?

Le dejó unos segundos para que pensase, o al menos para que buscase una respuesta a la pregunta, hablando después, manteniendo la sonrisa, hubiese contestado o no.

- Estás aquí porque despertaste el interés de tus examinadores... vieron potencial en ti, vieron un diamante en bruto, y en la situación en la que se encuentra el Seireitei tras la ultima guerra con Hueco Mundo, necesitamos gente como tu... gente que pueda coger la bandera de los que perdimos.

Alzó un dedo, como presentando un obvio “pero”, mirándole un poco severo, mientras daba un par de pasos hacia atrás y se giraba para mirar en dirección hacia al Seireitei, hacia los edificios y más allá, con la mirada perdida en el horizonte.

- Esto es una prueba que solo se hace a los que tienen el potencial de ser los mejores. Una prueba donde se pone a prueba tu voluntad. Así que dime... ¿Tienes la voluntad para llegar a lo mas alto? ¿O he perdido el tiempo llamándote hasta aquí?