<-=] Una pequeña presentacion [=->

Había pasado toda la noche sin dormir, dando vueltas en la pequeña cama de su habitacion, mirando casi todo el rato de reojo la insignia. Acababa de ser seleccionado por su capitana para ser teniente, y el pequeño Jyuuryu, pese a sus largos años como alma, seguía siendo un niño con un juguete nuevo, impaciente por ser importante, poder mandar sobre los que parecian mayores y que daban mas el pego de tener autoridad, que no el mico de poco mas de un metro que era el.

Estaba emocionado, incluso sonrojado por imaginarse como un heroe por el simple hecho de ser teniente, dando vueltas en la cama como si pelease con centenares de hollows con sus pálidos ojos cerrados y una imborrable sonrisa encandiladora en el rostro.

No cabía en su de gozo cuando se alzó la mañana, corriendo rapidamente a ponerse su pequeño uniforme de shinigami, con el haori por fuera del hakama y el un pequeño cinto por encima del mismo, que no el obi, que permanecia sujetando la prenda inferior. Cogió su insignia, mirandola con ojos brillantes durante lo que para el parecieran eones, mas a penas fueron unos escasos segundos, antes de colocarla en la banda de una de esas pequeñas mochilitas como la que los miembros del cuarto escuadrón estan acostumbrados a llevar, siempre llevando asi consigo sus posesiones mas valiosas y los juguetes con los que estuviese entretenido durante la epoca.

Asi pues, por fin vestido, con las mangas casi arrastrando por el suelo, corrió incansable de nuevo por el interior del escuadrón, con la reluciente placa de teniente cruzando su pecho junto a la correa de su mochila, como si fuese una banda de un cargo importante de un pueblo, deteniendose delante de la puerta del despacho de su capitana. Había pasado de largo de todas las demas habitaciones, y era normal, pues aun nadie mas estaba levantado salvo aquellos que hiciesen guardia, y con ellos no se cruzó por haber paseado simplemente por el interior del escuadron. Sin mas dilación, abrio las puertas dle despacho, esperando entonces en el interior, correteando de un lado para otro, observandolo todo con sus curiosos ojillos del color del metal, esperando la llegada de la que ahora era su unica superior dentro del escuadron, su capitana.

Se había despertado a la misma hora de siempre y nuevamente con sudores fríos por las pesadillas. El camisón con el que dormía se le había enrrollado a la altura de la cintura incluso de las vueltas que había llegado a dar. no sabía cómo quitárselas de la cabeza.

Tranquilamente se lavó la cara para quitar aquellos restos, desayunó tranquilamente un vaso de leche fría con azúcar y un par de tostadas con mermelada de fresa y se puso su uniforme de trabajo con la bata. Como siempre se dejó la parte del escote ligeramente abierta para no sentir el agobio de la telaen la zona y se dejó los brazos al aire para poder manejarse mejor. Una vez lista bajó tranquilamente desde su pequeño apartamento.

A medida que pasaba por los pasillos saludaba a sus compañeros con una sonrisa, atendiendo siemrpe cuando teníal algo nuevo de lo que avisarla o algún nuevo documento que debiera revisar. Nariel siempre tenía tiempo para ellos, le gustaba que todo el Escuadrón fuera una especie de gran familia; eso hacía que el trabajo de Campo en el Rukongai fuera mucho mejor ya que todos unian fuerzas para levantar las instalaciones y repartir los turnos de vigilancia hasta que pudieran colocar gente fija.

Finalmente llegó a su despacho y se encontró con la puerta abierta, algo que la extrañó bastante, aunque enseguida se dio cuenta de que por fin tenía teniente y que posiblemente era él. se acercó para abrirla bien del todo y pasar al interior de la estancia. Ahí estaba el niño, una ricura de pequeña altura, de cabellos rojizos y ojos grises siempre alegres. Por lo que vio era activo y bastante curioso, lo cual venía bien sobretodo porque se acabaría enterando de muchas más cosas que ella. En sus labios se dibujó la misma maternal sonrisa que la primera vez que le viera por entre sus hombres haría unos pocos meses. Le había elegido a él precisamente porque en el pequeño había potencial, lo vio en cuanto le conoció, y porque había algo que le decía que aquello era lo correcto y que jamás se arrepentiría, como si con aquello pudiera enmendar algo más de su pasado.

-Buenos días, Shiba-kun ¿dormiste bien?- caminó tranquilamente hacia su mesa, posando la mano en los revueltos cabellos del niño de manera dulce, como lo haría una madre.

- Buenos días, Shiba-kun ¿dormiste bien? - la voz de su capitana le sacó de sus ensoñaciones, parandose de golpe y poniendose hasta firme como buen soldado que era, al fin y al cabo.

- Buenos dias, capitana - sonrió ampliamente, alzando el rostro ante su interlocutora, cerrando luego un ojillo cuando ésta le revolvió los cabellos, correteando tras ella hasta su mesa, apoyando las manitas en la misma y asomando solo la cabecita por encima debido a su corta estatura - Ne, ne, ne, capiiiii - alzó su infantil voz, alegre y cantarina, acompañada de su vivaz mirada cristalina - ¿Que teno que hacer ahora que soy tenienteeee? - preguntó visiblemente emocionado, inquieto y expectante, sin dejar de mover las piernecitas en el sitio, esperando la respuesta.

El niño saludó alegremente, con una sonrisa tan dulce que a Nariel se le encogió el corazón ¿Cómo podía ser un niño tan rico? Tomó asiento en su silla con tranquilidad, cruzando sus piernas mientras veía al niño acercarse hacia la mesa, que le llegaba más o menos a la altura del cuello. No pudo reprimir una sonrisilla al verle tan chiquitín ahi delante ¿Porqué despertaba en ella ese sentimiento maternal? ¿Esas ganas de abrazarlo y mecerlo entre sus brazos?

-Ne, ne, ne, capiiiii- dijo de repente, sacándola de sus pensamientos -¿Que teno que hacer ahora que soy tenienteeee?

-Pues ahora que eres Teniente tu obligación es ayudarme con el papeleo y el archivo por un lado, con las visitas y las labores de construcción de seguridad en el Rukongai y, si hay algún tipo de misión en el Mundo Humano y nos llaman, venir conmigo a primera línea de batalla- explicó la mujer tranquilamente mientras alargaba la mano hacia el cuenco de cerezas que tenía sobre la mesa -Hoy vamos a debatir cuales son las mejores infraestructuras para mejorar la seguridad de las almas de los distritos del 75 al 80, que son los más conflictivos- cogió uno de los rabitos entre los dedos, una pareja de brillantes cerezas, de un apetitoso color granate. Con una sonrisa se las acercó al niño -¿Quieres? Están riquísimas, me las trae siempre una de las personas más especiales del Seretei.

Asentía constantemente a cada palabra de su capitana, sin despegar su vívida mirada de su rostro, emitiendo un gracioso efecto sonoro de comprensión ante cada una de las asignaciónes y obligaciones que su puesto requeria, sin perder la emocion y la sonrisa de su cara.

- Hala, capi, que de cosas tengo que hacer - apuntó al terminar de enumerar las tareas su capitana - Pero al menos asi me entretengo mas estando aqui - sonrió mucho mas ampliamente. Siempre había tenido problemas de atención por sus grandes e inagotables energias capaz de tumbar a un hollow solo por cansancio de no verle parar quieto un instante, pero ahora, con ese nuevo puesto, estaba expectante de empezar y poner toda esa energía en asuntos que lo requiriesen.

-Hoy vamos a debatir cuales son las mejores infraestructuras para mejorar la seguridad de las almas de los distritos del 75 al 80, que son los más conflictivos- decía Nariel mientras cogía un par de cerezas bien maduras por el rabillo, acercandoselas al niño con una gran sonrisa - ¿Quieres? Están riquísimas, me las trae siempre una de las personas más especiales del Seretei.

- Hala, ¿que es eso? ¿se come? - dijo sorprendido y observando curioso y con gran atencion las pequeñas cerezas. A lo largo de su vida había comido fruta, y mucha para poder reponer todas las energías que gastaba, pero casi siempre predominaban manzanas. Nunca había comido cerezas, y hasta aquel entonces solo conocia el nombre de dicha fruta, pues aun con su curiosidad, cuando oía alguna otra cosa nueva su atención se dispersaba como un banco de peces en el mar ante el ataqeu de un depredador, despistando su mente del primer asunto en cuestión.

-Hala, ¿que es eso? ¿se come?- la curiosidad del niño hizo que se le escapara una pequeña risa. le tenía delante de la mesa, con los ojos muy abiertos observando aquellas dos pelotitas rojas, las cuales movía de un lado a otro. No podía evitarlo, le parecía tremendamente adorable.

-Claro que sí, cielo, mira- se llevó una de las cerezas a la boca y la mordió con cuidado, sintiendo el dulce nectar brotar de su interior hacia su lengua. Masticó con mucho cuidado, sacando después el pequeño hueso que conformaba el corazón del fruto -. Pero ten cuidado al morder, que dentro tiene hueso. verás como son tan dulces que acabas enganchado a ellas- le tendió la cereza que quedaba de aquel par que previamente le había ofrecido.

Le observó en silencio, con una tontorrona sonrisa en sus rojizos labios y la cabeza ligeramente ladeada. había algo en ese niño, no sabía qué, que la encandilaba ¿sería su curiosidad? ¿Su vocecita dulce y armoniosa? ¿Su hiperactividad? "Si tuviera un niño, me encantaría que fuera así" pensó, un poco distraida en sus propios pensamientos.

Obrevó atentamente como la cerea se perdia en la boca de su capitana, brontando luego solamente el hueso de dicha fruta. Con sus atentos ojos clavados en la otra cereza, boquiabierto de lo atento que estaba, como si le enseñasen lo mas alucinante del mundo.

- Pero ten cuidado al morder, que dentro tiene hueso. verás como son tan dulces que acabas enganchado a ellas - dijo la capitana mientras le tendía el fruto que aun permanecia colgado de su rabillo entre sus dedos, mirandolo curioso.

- A ve - y aun con esa cara de ligera sorpresa alargó su pequeña manita a coger la cereza, manteniendola delante suya por un momento, como analizandola con la mirada, hasta que sonrió ampliamente - Ittadakimaaaasu - Y tras decirlo con esa cantaria y dulce vocecita se introdujo la cereza en la boca, masticandola con cuidadito y con un leve rubor en sus mejillas, casi siempre presente a ojos de los demás por su adorabilidad. Escupió hacia la mano el hueso del fruto, alzandolo triunfante ante Nariel felizmente como si de un tesoro se tratase - Esta mu rica, y he tenio cuidado - y sonrió mucho mas ampliamente aún a su capitana.

Rió suavemente al verlo y sintió ganas de abrazarle conta su pecho ¿Cómo un niño podía ser tan sumamente dulce? Cogió de la manita del niño el hueso y lo dejó en un cuenco vacío.

-Pues siempre que quieras puedes coger; en este despacho siempre hay fruta, que me gusta mucho- rió la mujer mientras le hacía una señal para que se acercara.

Tranquilamente abrió el cajón de su mesa, de donde sacó un pergamino enrrollado. Los desplegó sobre la mesa y dejó a la vista un mapa completo del Rukongai, con cada zona bien macada. Se apartó un poco para que el pequeño pudiera acercarse bien y, con una pluma señaló la zona en la que estaban comenzando a trabajar.

-Veamos, esta es la zona donde estamos comenzando a levantar las infraestructuras. Son los cinco distritos más problemáticos y donde hay más escasez de alimentos y más ataques a causa de bandidos- comenzó a explicar tranuilamente -La idea es, primeramente, establecer puntos de vigilancia. Aunque en un principio los chicos se encarguen, lo ideal es que, en adelante, sean algunos d elos ciudadanos los que mantengan ese orden. Tambén, obviamente, se les enseñaría a tratar la tierra para que puedieran cultivar sus propios alimentos- miró atentamente al niño, sonriendo, esperando alguna idea también por su parte.

La señal de su capitana hizo que rodeara correteando alegremente, viendose tan solo la pequeña mata de pelo rojo moverse alrededor de la mesa a pequeños saltitos. Esperó a que ella terminase de sacar aquel pergamino del cajon, acercandose del todo cuando ésta lo desplegó sobre la mesa.

El niño, al no poder ver correctamente al ser tan bajito, extrajo el ultimo cajon de la mesita del despacho, tirando con cuidadito y concentrado, tanto, que asomaba la lengua por entre los labios, subiendose despacito tras sacarlo para no romperlo, y observando entonces con atendión el mapa, escuchando atentamente todas las palabras que su capitana decía.

- Ne, ne, ne, ¿no se pueden poner cámaras de esas que ven solas con alarmas? - expresó su opinión felizmente. Recordaba haber visto cosas de esas en la tele cuando aun estaba vivo, viendo peliculas de espias y policiacas con su padre - Se lo podríamos preguntar a los shinigamis listos con bata - asintió firmemente convencido, refiriéndose a los investigadores del decimosegundo escuadrón.

No pudo evitar sonreir de manera bobalicona cuando le vio montar todo aquello para poder llegar a ver bien el mapa de la zona. Le resultó incluso divertido ver a aquel pelirrojo ingeniárselas de aquella manera.

-Ne, ne, ne, ¿no se pueden poner cámaras de esas que ven solas con alarmas? Se lo podríamos preguntar a los shinigamis listos con bata- nunca se le habría ocurrido algo así ¡Pero podía funcionar! Con cuidado y para que el niño no tuviera que estar torcido y reclinado sobre la mesa, le tomó de la cintura y le sentó en su regazo, acercando después la silla un poco más para estar ambos más cerca. Le rodeó con cuidado con ambas manos y comenzó a señalar en el mapa.

-Es una muy buena idea... Puede que algo costosa, pero se puede pensar en cómo hacer. Si colocamos un puesto de vigilancia por cada cinco distritos, desde donde se puedan controlar las cámaras y así acceder rápido al lugar donde ocurran los incidentes, sería todo mucho más rápido- asintió firmemente. Sería una manera de no tener tanta gente y, el dinero destinado a levantar tanto spuestos de vigilancia podría utilizarse para hacerlo del modo que había sugerido el niño -¿Sabes? Tú y yo vamos a trabajar muy bien juntos, Ryu-kun.