Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ...::: Baño a la luz de la luna:::...Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

La noche ya había caído en el Seretei ya hacía un rato y a Nariel le habían vuelto las pesadillas de aquella sala blanca impoluta, con aquel penetrante olor a lejía y las manos manchadas de sangre. No las tenía continuamente, pero cuando acudían a sus sueños luego se pasaba bastante rato sin poder dormir. No sabía exáctamente porque, pero se le formaba un nudo en la garganta cada vez que se despertaba de aquel sueño, como si tuviera ganas de gritar, de llorar de rabia por haber perdido algo tremendamente deseado.

Envolvió su tostado cuerpo con una blanca toalla y bajó hacia el onsen con Gobatsu en su mano, con paso firme pero tranquilo. El rojo cabello estaba recogido en un sencillo moño para no tener luego que secar las puntas al volver a la cama. El agua del manantial natural humeaba, invitando a la capitana a tomar un baño. Sí, le gustaba bañarse a esas horas, en plena marugada. Sabía que muchos de sus compañeros posiblemente aún estarían bebiendo, riendo o en reuniones de amigos, pero a ella le gustaba dormir cuanto más mejor.

-Dioses, qué gusto- susurró tranquilamente mientras se introducía en el agua, dejando a un lado la toalla. Sentía el calor penetrando en su piel, acariciando cada resquicio, hasta los más ocultos, arrancándole un suspiro de relajación. era como si todos los males de sus pesadillas se esfumaran con aquel vapor.

-¿Ya estás de nuevo en remojo, moza?- a su lado se había materializado un enorme hombre, de más de dos metros de altura, de cabellos rojos como el fuego y ojos dorados y brillantes, como los de un gato salvaje. Su cuerpo, de espaldas anchas y fuertes brazos, estaba tan musculado como el de cualquier guerrero. Lo cierto es que hasta a su dueña le parecía atractivo, incluso se sentía segura con él, como si le envolviera un aura familiar.

-¿Y tú ya estás molestando como siempre, guapetón?- dijo la mujer mientras se estiraba completamente en el agua. Sacó uno de los pies y movió ligeramente los deditos, dejando que las gotas cayeran por ellos y le produjeran aquellas cosquillas que tanto adoraba.

-¿No se te ocurre algo mejor que llamarme, moza? Con eso no me siento ni un poco insultado- dijo socarronamente la espada mientras se colocaba a su lado. Nariel lo sabía; aunque se quejara de aquellos baños nocturnos, en realidad los disfrutaba tanto como ella, yaque el sonido del viento contra los árboles, la tranquilidad del escuadrón y el calor del agua invitaban a la relajación.

-¿Y quién ha dicho que intente insultarte? Si me sintiera insultada porque me llamas moza caería en el infantilismo... Y sabes que hace falta mucho, quizá demasiado, para que yo me enfade- sonrió y le miró de reojo. realmente había veces en las que Goubatsu la sacaba de quicio, pero no cuando la llamaba moza por mera diversión. era un machista y un engreído, y a veces le odiaba... pero en el fondo no podían vivir el uno sin el otro y, en el caso de Nariel, por algún sentimiento profundo, oculto en su interior, del que aún no era consciente.