Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ...::: De paseo por el Rukongai:::...Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

Solía salir a menudo a los distritos más bajos y aquella mañana de domingo no tenía mucho más que hacer. Al haber sobrevivido allí, Nariel no podía despegarse del todo de aquellas calles, de los pequeños niños que solían corretear por la zona en busca de alimentos. Había utilizado su shunpo hasta llegar al Distrito 79, donde un pequeño grupo de niños correteaban de un lado para otro jugando con una raida cometa que a penas podía levantar el vuelo. Sonrió al verles y, en cuanto la reconocieron, los niños se lanzaron enseguida a sus brazos con tanto ímpetu que la shinigami cayó al suelo entre risas. Como ya les conocía nunca vestía con el uniforme, sino que prefería llevar unos cortos pantalones y una camiseta ancha que pudiera mancharse o incluso romperse por los juegos. Se escapaba cuando terminaba el trabajo y no solía regresar hasta después de la comida o incluso bien entrada la tarde. No debería hacerlo, pero como nadie la había llamado la atención hasta el momento, no tenía razones para no hacerlo.

Todos los niños reían mientras ella les iba abrazando y besando, aún en el suelo, uno por uno. A algunos les conocía del tiempo que había pasado en aquellas calles, a otros les había comenzado a conocer en sus escapadas. Aquellos distritos eran peligrosos y mucho más para unos niños indefensos, por eso su principal ambición en su puesto era conseguir la seguridad para todos aquellos desgraciados que no tenían ni para un mendrugo de pan.

- Vale, vale, a ver... Todos para arriba que sino no vamos a hacer más que revolcarnos en la tierra- rió alegremente. Los niños se levantaron y comenzaron a hablar atropelladamente. Normalmente pasaba por allí dos días a la semana, pero había veces que tan solo podía hacerlo una vez, por lo que sus chiquillos no podían contarle todas sus aventuras.

-¡El otro día en el lago pesqué un pez así de grande!- dijo un pequeño niño llamado Tetsu, de negros cabellos y rostro pillo. Era el que solía meterse en líos a menudo en el Distrito y no pasaba de los 9 años de edad en apariencia.

-¡Eso es mentira!- dijo uno un poco mayor, Natsu, que había tomado el mando de aquel pequeño grupo. Era el mayor en apariencia y en madurez, rozaba ya los 14 años.

-Un pez grande picó en el anzuelo, pero tiró con tanta fuerza que Tetsu se fue de boca contra el agua- rió Arisu. estaba, en edad, entre Tetsu y Natsu y sus cabellos eran de color anaranjado... a Nariel siempre le recordaba a algo, pero no era capaz de recordar a qué. Sin embargo despertaba ternura en ella.

-Venga, venga, no peleeis- rió suavemente mientras cogía en brazos a la niña más pequeña, una preciosidad rubia de no más de tres años. la niña enseguida se encaramó a ella como si fuera su madre -¿Sabéis qué vamos a hacer? Vamos a ir a la laguna todos a pescar con las manos y después a comer lo que os he traido ¿quereis?- los vitores y los gritos de emoción por parte de los niños llenaron por completo la calle más principal del distrito y, como si todos fueran una familia, comenzaron a caminar detrás de la shinigami rumbo a la laguna a pasar el día jugando y riendo. Esos pequeños momentos, las risas de los niños y sus juegos habían sido lo que más había animado siempre a Nariel y lo que la había ayudado a llegar al puesto que ostentaba: Capitana.

La brisa soplaba suavemente, sacudiendo la melena del hombretón. Llevaba una enorme capa vuelta en el cuello, cubriéndole gran parte de su fuerte pecho, pero debido a su estatura, parte de sus piernas quedaba a la vista, delatando un uniforme de Shinigami.

Sus manos en los bolsillos, y en su boca un sempiterno palito de Dangou, mientras observaba en silencio una serie de montículos de tierra, sobre los cuales, clavados rudimentarias lapidas. Suspiró y negó con la cabeza, girándose para alejarse, caminando de nuevo hacia la ciudad, observando al grupo de niños y la mujer, sonriendo un momento de medio lado, antes de fijar la mirada en la mujer, frunciendo el ceño, sin reconocerla en primera instancia.

Los niños correteaban delante de la mujer entre risas y juegos, deseando llegar cuanto antes al agua. Normalmente solía guiarles allí para que se dieran un baño, ya que si no era con ella la mayoría no salía de la zona central de la pequeña ciudad.

-¡Nariel, Nariel! ¿Jugarás conmigo en el agua? ¿eh? ¿eh? ¿Lo harás?- preguntó nerviosamente tetsu,d ando saltitos delante de ella como un cachorrito emocionado. La pelirroja no pudo evitar soltar una pequeña risita y asentir.

-Jugaré con todos vosotros, como siempre, pero teneis que prometerme que no os alejaréis y que os lavareis bien conmigo ¿vale?- alargó la mano, posándola en los cabellos del niño, cuando algo llamó su atención no muy lejos. Se detuvo un instante y giró el cuerpo, con la niña en brazos, hacia la enorme figura que se encontraba a unos cuantos metros de ella. Le reconoció ¿Cómo no iba a hacerlo? Ese hombre era el más grande del Seretei, y no solo en tamaño: era su Comandante. Algo nerviosa por las posibles represalias contra ella por haber escapado, hizo una profunda reverencia, con las mejillas ligeramente sonrojadas.

Le devolvió la reverencia, sonriendo un poco y acercándose. Sin duda era una figura imponente, de brazos anchos y espalda como para parar un buey. Mientras caminaba, no faltó gente que se quedó mirándolo, preguntándose de donde había salido semejante mastodonte, y que aceleraron el paso para alejarse solo por si acaso.

- Bonita mañana, ¿Verdad, Capitana?

No había reproche en su voz. Sí, la había pillado fuera de su puesto, pero también se aplicaba en viceversa, así que no pareció darle mayor importancia. Se rascó la nuca, nunca se le había dado del todo bien conversar con sus subordinados fuera del trabajo -al menos no sin sake para acompañar- y con los niños por en medio, tenia aun menos conversación.

Al menos el tono había sido lo suficientemente amable como para que suspirara aliviada: no existía reproche por su parte. Entrecerró sus claros ojillos a la par que la sonrisa de sus rojizos labios se ensanchaba de manera terriblemente deliciosa.

-Preciosa sin duda, Comandante- su voz, pese a poseer un registro bajo, sonó dulce y encantadora. Mantenía a la pequeña niña entre sus brazos, la cual miraba al hombre fijamente, con los ojillos abiertos de par en par. Pero no parecía asustada, posiblemente por ver que la pelirroja estaba tan tranquila -No esperaba encontrarle en un lugar tan alejado del Seretei ¿ha ocurrido alguna cosa?

-¡Nari! ¡Deja de hablar y vamos al lago, que quiero caza un pez!- la voz del niño se alzó desde lo lejos. Todos esperaban a la mujer al final de la calle que separaba el pueblo de la pradera con el laguito. la pelirroja suspiró largamente, girándose hacia los niños.

-¡¡Ya voy!! ¡¡No seas impaciente enano!!- tras gritar se giró hacia el Comandante, nuevamente sonriendo -Sé que es algo inusual, pero... ¿le gustaría acompañarnos? hay un pequeño lago bastante tranquilo aquí al lado. Por cierto, fuera del trabajo simplemente llámeme Nariel ¿de acuerdo?- su sonrisa se ensanchó aún más y la dulzura permaneció en su expresión. era una petición de corazón y no por mera cortesía.

No pudo evitar reír al ver a los niños impacientándose, mirando en dirección al lago, rascándose la nuca más y suspirando, no sin cierta nostalgia. Recordaba aquel lago, pero... ¿Cuanto tiempo había pasado? Ya había perdido la cuenta. Volvió a mirala, sonriendo amable, desviando la mirada hacia la niña y sonriendole también.

- No querría molestar, parece que los niños la reclaman, y odiaría ser un estorbo... Además... me he escapado mucho rato del despacho... los papeles se me amontonan...

Mirando un momento al cielo, suspirando. Sin duda hacia una buena mañana, y quizás un rato tranquilo en el lago...

- Aunque visto por otro lado... Quizás un rato corto... Siempre y cuando no sea molestia para los pequeños...

Nariel comenzó a caminar sin soltar a la pequeña, que permanecía agarrada a la camiseta ancha de la shinigami como si fuera a caerse desde esa altura. Para ser mujer era alta y bastante, además de que sus curvas eran muy marcadas y no parecía para nada desalimentada, al revés. Si hubiera vivido en la Edad Media Europea, habría sido el modelo perfecto de madre.

-¿Molestia para los monstruitos? Más bien ellos lo serán para usted, ya verá- rió suavemente. Su cabello suelto ondeaba con cada paso, danzando al son de una música imaginaria que sus propias caderas marcaban -Posiblemente sea ahora su nueva atracción. No suele acompañarnos mucha gente, ya sabe... A todos estos niños les cuidé yo durante mucho tiempo, así que no suelen estar mucho con adultos.

No tardaron realmente mucho tiempo en llegar al pequeño lago. Los niños, impacientes, habían decidido que esperarles era un aburrimiento y ya estaban, la mayoría, metidos en el lago intentado cazar los peces que había, o en proceso de dejar sus andrajosas ropas en un lugar donde no pudieran mojarse demasiado.

-¡¡¡Ay!!! ¡Nariel, Koji ha espantado a mi pez!- gritó el pequeño hacia la pelirroja, y enseguida un muchachito de más o menos la misma edad, empezó a dar saltitos y a mover los bracitos nerviosamente. Su cabello era negro como el azabache, rizado, y sus ojios verdes y brillantes.

-¡¡Que no, que no tata!! ¡¡Que ha sido él quien espantó al mío!!- replicó.

-¿Qué os he dicho yo siempre acerca de discutir?- dijo la mujer pacientemente, soltando a la nenita rubia, que enseguida se sentó en la hirba, jugando a acariciarla. Los dos niños agacharon la cabeza, avergonzados.

-Que entre nosotros no tenemos que pelearnos proque somos una familia- rezarn al unisono antes de volver a jugar en el agua. Nariel sonrió y tomó asiento al lado de la niña, ofreciéndole al Comandante que hiciera lo mismo.

- Sientese, no tenga miedo que no muerdo de momento- rió la mujer, tan alegre como hasta el momento -Es agradable tener un adulto con el que conversar por aqui mientras los niños juegan, para variar.

Sonrió ampliamente al escucharla, mirando a los niños... Ciertamente, no trataba con niños, nunca lo había hecho, siempre le habían parecido molestos, ruidosos y en general, algo a evitar, pero también tenía que admitir que aquella escena despertaba una cierta ternura en su enorme corazón.

Se sentó a su lado, mirándola y asintiendo, mirando a los niños jugar unos instantes... parecía meditabundo, como si algo le rondase la cabeza.

- Hacia... siglos... que no venia por aquí... no ha cambiado nada.

Mirando más allá de los niños, hacia el lago, sonriendo con cierta nostalgia, antes de mirarla a ella de nuevo, y rascarse la nuca.

- ¿Eras de por aquí antes de entrar al Seireitei?

-¿Eras de por aquí antes de entrar al Seireitei?- preguntó el Comandante. La pelirroja se echó el plo hacia atrás un momento antes de mirarle con tranquilidad. la niña se había subido a su regazo y reclamaba atenciones en silencio, tirando de su camisa, así que ella intentaba mantenerla entretenida haciendola cosquillas.

-Sí, así es. Caí aquí cuando morí y aunque al principio fue bastante dificil, estos niños me ayudaron a seguir adelante- asintió suavemente, sonriendo al ver que la niña no paraba de reír alegremente, encogiendose en su regazo -. Y ahora que tengo dinero y recursos, vengo amenudo para darles una vida un poco mejor, aunque solo sea con un poco de comida y compañía.

Se quedó un poco en silencio, perdida en los recuerdos de su pasado allí, no precisamente muy alegres en un principio. Sin embargo se recupera pronto y vuelve a mirarle, con una amplia sonrisa.

-¿Y usted, comandante? Ha dicho que hacía mucho que no venía por aquí ¿También estuvo en estos distritos?- No pretendía ser cotilla, pero quería conocerle un poco más; al fin y al cabo era su superior y además un compañero, asi que le parecía normal hacer lo posible por llevarse bien con él. Le caía en gracia y, de hecho, sentía que podía aportarla algo, quizá conocimientos, quizá una agradable compañía.

Asintió, mirándola un momento, y luego al cielo, como si hiciese mucho que no veía aquellas nubes.

- Sí... Distrito 80... Pero bueno, este lugar no me resulta desconocido... Aunque de aquello hace... dioses, hace ya tanto tiempo....

Suspira, frotándose los parpados tras cerrar los ojos, como si -en el fondo- no quisiese acordarse de aquellos días. Acaricia la hierba con la otra mano, y la vuelve a mirar, sonriendo.

- Nunca es fácil tan abajo... todo lo que podemos hacer es intentar mejorar un poco las cosas para estas pobres almas...

-Hay mucha crueldad en estos sitios... Pero si todos nos esforzamos creo que podremos sacar adelante a niños como estos- su sonrisa se ensanchó aún más y pareció irradiar una calidez casi maternal. Como la conversación había sido algo tensa y lo que pretendía era, sobretodo, que el ambiente fuera relajado, dejó a la niña en el suelo y se levantó, estirándose -¿Se da un baño con nosotros? Seguro que se divierte- le dedicó un guiño de ojo y ayudó, tranquilamente, a quitarle la ropita a la niña, dejándola a un lado. Esta pareció al principio reticente a dejar los brazos de la mujer, pero ver que eso conllevaba a un poquito de agua y juego pareció convencerla por completo.

Una vez la pequeña salió corriendo a sentarse en la orilla, con los piececitos en el agua, Nariel comenzó tambien a quitarse la ropa. Dejó los pantalones cortos doblados a un lado, junto a la arga camisa que llevaba, ya vieja y algo raida por los multiples usos. Bajo esta llevaba un sencillo bañador del mundo humano, nada ostentoso, en color negro, lo que resalta aún más el rojo color de sus cabellos, dejando a la vista gran parte de su espalda. Dejó la ropa a un lado y, con una amplia sonrisa se reclinó hacia el comandante, tendiéndole la mano.

-¿Qué me dice? ¿Se une a nosotros?

Levantó la mirada, viendo como la Capitana se quitaba la ropa y se quedaba en bañador, y sintió como se le venía el calor a las mejillas, tosiendo y mirando a otro lado para serenarse. Sencillamente no lo había visto venir. La miró de reojo un momento... era el Comandante, y podía ser todo lo poderoso que quisiese, pero seguía siendo un hombre y tenía que admitir que Nariel era... cuanto menos, atractiva.

- ¿Qué me dice? ¿Se une a nosotros?

Miró a su alrededor, como preguntándose ¿Es a mi? Claro que era a él, ¿A quien si no? Carraspeó, no sabía muy bien que decir o como comportarse en una situación así.

- Yo... eh... No tengo bañador... Así que creo que no debería... De todos modos me estarán buscando en el Escuadrón...

Tampoco es que sonase muy convencido, las vistas eran demasiado buenas como para irse voluntariamente y perderse la escena.

-Yo... eh... No tengo bañador... Así que creo que no debería... De todos modos me estarán buscando en el Escuadrón...- le pareció que al Comandante no le había hecho mucha ilusión la invitación. No entendía muy bien proqué, aunque claro, después haber vivido en aquellos distritos y con apenas cuatro trozos de tela cubriéndo su cuerpo, la vergüenza se le perdió entre aquellos callejones y se le olvidaba a menudo que los demás sí tenían reparo a verla de esa guisa o incluso a estar en iguales condiciones.

-Vaya ¿en serio?- enarcó ambas cejas mientras le miraba -Lo del bañador no es tampoco muy importante, aunque luego tendría que secarse al sol... pero si tiene que regresar no quiero ser impedimento para ello- parecía algo avergonzada, no por su vestimenta, sino por el hecho de pensar que podria estar impidiendo al Comandante seguir con sus cosas. Claro que quería conocerle, al igual que le gustaría conocer al resto de sus compañeros en un ambiente más personal y no en el campo de trabajo.

- No, bueno... Yo... supongo que me puedo quedar un rato, meter los pies en el agua... pero sin bañador no creo que sea prudente hacer más... Aunque bueno, os hago compañía... Total, en el escuadrón están acostumbrados a hacer las cosas sin mi...

Sonriendo de medio lado, apresurándose a intentar quitarle hierro al asunto, para que no piense que no se quiere quedar.

- Además, es una excelente manera de pasar algo de tiempo fuera del trabajo y conocernos mejor.

Sacando el otro brazo de la ropa, quedando con el pecho completamente al sol, y sonriendo, acompañándola hacia el agua, mientras habla con ella, intentando mantener la mirada por encima del nivel del cuello y -por ahora- consiguiéndolo.

- En cualquier caso, es algo muy noble, venir a pasar tiempo con estos niños... muchos se olvidarían de su pasado humilde una vez llegasen a un puesto como el suyo, Capitana...

Al parecer el Comandante prefirió quedarse finalmente allí con ella y los niños, cosa que la agradó bastante. No solía tener en verdad mucha compañía cuando iba al Rukongai, salvo la de los niños, y para variar era muy agradable tener a alguien más con quien conversar,

-Además, es una excelente manera de pasar algo de tiempo fuera del trabajo y conocernos mejor- dijo el Comandante mientras se deshacía del resto del haori. Ahora que lo veía bien se percató de que era una verdadera masa de músculos y que, posiblemente, podría destrozar a una persona de tamaño normal con tan solo la fuerza de sus enormes brazos. Y no solo eso, sino también pensó que unos brazos así, con ese pecho tan fuerte, sería el lugar perfecto para resguardarse de las pesadillas.

- Estoy con usted; con el trabajo que suele haber y que salimos cansados de los Escuadrones,al final no tenemos tiempo de pararnos ni un momento a concoer a los compañeros se metió tranquilamente en el agua, acuclillandose delante de la pequeñita niña rubia y lanzandola agua con las manos para mojarla. la niña rie a carcajadas y enseguida, por detras de ellos, se montó una guerra de agua entre los niños. Risas, gritos y carreras mientras se salpicaban unos a otros, quitándose así la poquería que habían ido acumulando.

-En cualquier caso, es algo muy noble, venir a pasar tiempo con estos niños... muchos se olvidarían de su pasado humilde una vez llegasen a un puesto como el suyo, Capitana...- aquellas palabras la pillaron por sorpresa y sus mejillas tostadas se volvieron ligeramente rojas.

-Creo que nadie debería olvidar de donde viene, porque eso es lo que ha forjado la persona que es hoy en día- comienza a explicar, sonriendo ligeramente mientras le echa un poco de agua a la pequeña en el pelito -. Durante mucho tiempo estos niños han sido mi familia y yo he sido la única que han tenido, su protección ante las amenazas, el abrazo que han necesitado. No es justo que cuando a mi me vayan las cosas bien les deje tirados como si solo hubiera sido una unión por conveniencia. Son niños, personas inocentes que no tienen culpa de nada de lo que ocurre, que no merecen los tratos que se les ha llegado a dar. Yo soy lo único que tienen para sobrevivir y ya ve lo poco que necesitan para ello ¿Tanto cuesta venir a sacarles una sonrisa y darles un poco de pan? Yo creo que no- su sonrisa se ensanchó aún más cuando alzó la vista hacia el Comandante.

Asintió, observándola, en silencio, con cierto tinte de sorpresa en su mirada. Ciertamente, se hallaba sorprendido por encontrar alguien tan noble entre sus capitanes... se preguntó si sería la única, o habría más como ella, y empezó a arrepentirse de no haber hecho por conocer mas a fondo a sus subordinados.

- Estoy de acuerdo, Capit... Nariel... Pero sigue siendo muy noble... y sorprendente. En mis años en estas calles nunca vi a nadie “de arriba” que se molestase en bajar hasta aquí a ayudar, nunca vi a nadie que pareciese importarle lo que sucediese con estos barrios... Me alegra ver que eso ha cambiado... De verdad que me alegra... Sin duda está haciendo el mejor de los trabajos en el Octavo Escuadrón...

Observó a los niños, sonriendo un poco, con su habitual expresión meditabunda. Quien no le conociera, pensaría que estaba preocupado o enfadado... los que le habían visto sabían que esa era su expresión usual al pensar.

- Pan, ¿Eh? Es buena señal, puede que algún día pueda traerlos al Seireitei y darles una vida mejor que esta...

Ya que si los niños tenían hambre, y no solo sed, era señal de que al menos tenían cierto potencial espiritual.

Su sonrojo se hizo más evidente con cada palabra del Comandante. no estaba acostumbrada a los halagos, ni los bucaba, solo hacía lo que creía correcto Cogió un poco de agua entre las manos y se la echó en la cara para intentar ocultar sus mejillas, sonriendo después.

-Me alegra saber, Comandante, que está encantado con mi trabajo. Es un honor poder saberlo de primera mano- asintió suavemente -Mi escuadrón y yo vamos a intentar reflotar estos lugares para que la vida sea más pacífica y tengan acceso a las necesidades básicas... Hoy en día estos son los niños del 78, pero quizá dentro de unos pocos su número sea mayor y no quiero que pasen por las mismas dificultades- le observó cuando se quedó unos momentos meditando, ladeando ligeramente la cabeza, atenta.

-Pan, ¿Eh? Es buena señal, puede que algún día pueda traerlos al Seireitei y darles una vida mejor que esta...- aquello la pilló por sorpresa. realmente nunca lo había pensado de aquel modo ya que les veía como pequeños niños de los que cuidar, pero razón tenía... algún día crecerían, más tarde o más temprano, y con elergía espiritual podrían entrar en la Academia.

-Espero que algun día pueda tenerlos bajo mi mando como ahora los tengo bajo mi custodia- dijo con una sonrisa. Observó a los niños jugar entre ellos y una traviesa idea recorrió su cabeza, manifestándose en una sonrisa infantil. Se agachó de nuevo, con las manos haciendo cuenco y, al levantarse, salpicó con ella al Comandante, entre risas.

Tan en su mundo estaba, escuchándola (y...¿porque no? Intentando no fijarse en su físico) que no vio ni venir el agua. Le golpeó en el pecho, mojandole parte de la cara también, y parpadeó, como intentando comprender que había sucedido por unos instantes.

La miró, empapado y con cara de perplejidad, parpadeando varias veces, antes de estallar en estruendosas carcajadas.

- ¡Pero bueno! ¿Esto que manera de saltarse el protocolo es?

Aunque se notaba que lo decía en broma, metiendo una manaza en el agua y tirando agua en su dirección como venganza.

-¡Pero bueno! ¿Esto que manera de saltarse el protocolo es? - le había dejado ligeramente perplejo, pero enseguida había estallado en carcajadas, lo que provocó que también la pelirroja lo hiciera.

-Es mi superior, sí, pero estamos fuera del trabajo y... ¡¡ahhh!!- emitió un gracioso gritito cuando la mojó, girando el cuerpo ligeramente para cubrir su cara, pero rió alegremente con él -¡Ahora verá!- como una niña, comenzó a lanzarle agua con las manos, intentando esquivar la que pudiera caerle a ella. Se lo pasaba bien y además estaba provocando que los niños aún lo pasaran mejor. Ver a los dos adultos lanzándose agua el uno al otro provocó enseguida que los pequeños se unieran ya a ellos, de modo que el agua llovia de todas partes. Las carcajadas de la Capitana se mezclaban con las alegres risas de los niños, incluso en ocasiones corria un pco para alcanzar a uno y alzarlo en brazos,girando hasta caer al agua. Miró al comandante, con una amplia sonrisa en los labios, como si de aquel modo estuviera diciéndole "Esta es la razón por la que quiero esforzarme de verdad".

Era el objetivo más grande, así que en cuestión de un par de minutos acabó chopado de los pies a la cabeza, riendo sonoramente, intentando no caerse al agua -lo que si que habría causado que tuviese que quedarse un buen rato al sol-.

Asintió al ver a la capitana, escurriéndose un poco el pelo chopado y estirándose, mirando al cielo. Sin duda aquello era una gran manera de pasar la mañana... en el escuadrón no estarían de acuerdo y los papeles se le amontonarían más de la cuenta pero... ¿Que demonios? Escuchar la risa de los niños, ver sus sonrisas... ¿Cuanto hacia que no había visto un niño feliz?

Demasiado, sin duda. Volvió a mirarles, apoyando los codos en las rodillas, lanzando algo más de agua en su dirección, con una amplia sonrisa. Si aquellos niños podían ser el futuro del Seireitei... Valía la pena luchar por ellos.

-¡Vale, vale! Venga, a lavaros bien que yo os vea ¿Eh? Que no está bien eso de ir sucios por ahi- rió mientras se levantaba... estaba completamente empapada de agua, pero parecía que estaba ya acostumbrada a ello. buena idea lo del bañador para estar con esos niños, ya que se había montado una batalla naval en apenas unos minutos.

Ya de pie caminó hacia el Comandante, escurriéndose la larga melena pelirroja, que ahora parecía completamente uniforme y no tan despuntada como solía llevarla. Se sentó sobre una roca, al lado, y sonrió ampliamente mientras los niños obedecían, lavandose a fondo e incluso los más mayores ayudaban a los más pequeños a hacerlo.

-Al final ha acabado empapado- rió suavemente, mordiédnose el labio inferior un poquito mientras le miraba de reojo -¿Ha merecido la pena hacerlo?

Miró a los críos sonriendo, crujiéndose un poco el cuello, aun con los pies en el agua, bastante empapado, y riendo levemente, girándose a mirar a Nariel cuando se sentó a su lado. Había olvidado momentáneamente su indumentaria, así que por un momento se sonrojó casi imperceptiblemente y volvió a mirar al frente.

- Sí, sin duda... Y si en el escuadrón tienen algún problema, que vengan, jueguen un rato, y luego a ver si siguen con ganas de bronca. -riendo después, pinchandole en el costado con un dedo, buscándole un poco las cosquillas, sonriendo.

Renjiro solía escaquearse del trabajo, pero francamente esto era nuevo para él, estar con más gente, en lugar de solo en algún tejado o bebiendo en cualquier rincón... y le gustaba.

Solto una pequeña risira y se encogió cuando la dio con el dedo en el costado. No tenía muchas cosquillas, pero la había pillado completamente desapercibida; no esperaba un gesto parecido del Comandante. Sin embargo la cercanía y la confianza le gustaban.

-Seguro que no les quedan ganas ¿eh? Que tanto niño acaba agotando a quien no está acostumbrado- se dibujó en sus labios una sonrisa a la par que entrecerraba los ojillos. La verdad es que los niños, por mucha energía que derrocharan, animaban más que neda con sus risas y sus juegos; no era de extrañar que a la mujr le gustara tanto estar con ellos.

Le miró fijamente, con atención. había conseguido despertar la curiosidad en ella al ver que se había interesado por ellos y que incluso se había puesto a jugar sin importar nada. Que mostrara interés por aquel lugar era un punto a su favor, ya que en muchas ocasiones los Comandantes solo se fijaban en su trabajo y no veían más allá del despacho. El trabajo de un shinigami era cuidar de las almas; no solo de aquellas atacadas por los hollows, sino también las que vivían en la Sociedad de Almas y eso a mucha gente se le solía olvidar.

Sonrió, mirando al cielo sin saber muy bien que más añadir. Se pasaba el día o tirado por algún rincón o en el despacho rellenando papeles, y ya había perdido la cuenta de cuantos años hacia que no tenia un respiro como aquel.

La miró, revolviendole el pelo mojado un momento, casi paternal, antes de volver a mirar a los niños.

- Estás haciendo un buen trabajo... enserio. Ojala hubiesen más Shinigamis como tu... Sigue asi.

Después se incorporó, con un leve gruñido al estirar de nuevo la espalda y crujiéndose los hombros, mirando en dirección al Seireitei, y luego bajó la mirada para mirarla a ella.

- Me lo he pasado genial, Nariel... Espero que podamos volver a charlar pronto, fuera de todos los protocolos del trabajo...

-Estás haciendo un buen trabajo... enserio. Ojala hubiesen más Shinigamis como tu... Sigue asi.- el rubor subió a sus mejillas de nuevo y arrugó la naricilla en un infantil gesto tan solo un instante. En verdad aquellos gestos mostraban su parte más tierna, aquella que se escondía bajo aquel aspecto de mujer exótica y quizá incluso un poco fiera a primera vista debido a su melena y al contraste de su piel y sus ojos.

- Me alegra saber que valora estas pequeñas cosas, Comandante... Creo que empiezo a tenerle en mayor estima aún- dijo con tranquilidad.

-Me lo he pasado genial, Nariel... Espero que podamos volver a charlar pronto, fuera de todos los protocolos del trabajo... -

-Siempre que quiera, comandante- asintió con firmeza, mirándole fijamente -Si quiere cuando me escaquee aquí le aviso, o sino siempre puede acercarse a tomar un baño en el onsen de mi escuadrón; está abierto a todo aquel que necesite un poco de tiempo de relax... Espero verle pronto.